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Japón, un país realmente sorprendente

Japón, un país realmente sorprendente
Autor julsglobetrotter - Fecha de creación

Este año nos hemos ido a JAPÓN, aprovechando que tenía una amiga trabajando allí. De esta forma, ella también ha aprovechado para ver el país una vez terminado su contrato de trabajo. Antes de empezar, voy a comentaros una cosa por si alguna vez trabajáis en Japón: una vez terminado vuestro contrato, no podéis quedaros a hacer turismo allí, sino que debéis abandonar el país y volver cuando dispongáis. Ella decidió irse unos días a Corea. De todas formas, y para asegurarnos, mi amiga imprimió todo tipo de documentación que especificara que iba a volver a España a vivir y que su intención no era intentar conseguir otro trabajo en Japón. Nunca se lo pidieron, pero ella tenía preparados sus contratos de trabajo en España y Europa, así como cursos de formación en otros países y, lo más importante, el billete de avión de vuelta a España.

Y ahora sí, empecemos a contar nuestras aventurillas en este PRECIOSO país. Lo primero que hicimos fue dejar claro cuándo íbamos a ir y las fechas que nos tocaron este año fueron del 1-17 agosto. Así que compramos el billete de avión utilizando el buscador Skyscanner y lo compramos a través de Budgetair, que es la misma agencia que utilizamos para comprar los vuelos a Costa Rica. Nos costó 874€. Este precio es caro, pero por determinadas circunstancias nos vimos obligados a comprarlo a finales de febrero. A principios de enero, tenéis vuelos con Finnair por 600€. No pasa nada, porque soy buena gestora y lo que hemos gastado de más aquí lo hemos ahorrado por otro lado XD.

La aerolínea con la que compramos el billete es Aeroflot y os diré que nunca más volaré con ellos si puedo evitarlo. Volábamos Madrid-Moscú, Moscú-Tokyo y la vuelta era al revés. A la ida, teníamos tan sólo 1h 10 min de escala en Moscú. Según ellos, era tiempo más que suficiente. Ya explicaré más adelante todo lo sucedido. Pero así, a grandes rasgos: avión incómodo, sin entretenimiento a bordo y sin agua para comer. En fin, prosigamos.

Lo siguiente que hicimos (y lo más complicado) fue trazar el itinerario. Teníamos un hándicap: mi amiga había dejado sus maletas (después de un año viviendo allí, o sea, lo que viene a ser un gran equipaje) en su pisito de Nagoya. Y teníamos que recogerlo en algún momento del viaje. Así que después de darle mil vueltas, trazar mil rutas, ver si rentaba más el coche o el tren, cómo se hacían menos kms, cómo se daban menos vueltas y calcular de qué forma tendríamos que llevar las maletas de mi amiga el menor tiempo posible, conseguimos hacer una ruta que se nos antoja perfecta después de haberla hecho. Alquilamos un coche la primera parte del viaje, para poder recoger las maletas y dejarlas en la consigna del aeropuerto, y nos sacamos el JR Pass para 7 días y, así, realizar la segunda parte del viaje.

Así fue como quedó finalmente el itinerario:

1 Agosto: Vuelo Madrid-Moscú, Moscú-Tokyo. Salida a las 12h.

2 Agosto: Llegada a las 10.35h a Narita Airport. Recogida de coche de alquilar a Nikko.

3 Agosto: Nikko-Takayama

4 Agosto: Takayama-Shirakawa-Gokayama-Takayama

5 Agosto: Takayama-Tsumago-Magome-Nagoya

6 Agosto: Nagoya-Fujiyoshida

7 Agosto: Fujiyoshida-Narita Airport para dejar coche-Kyoto con JR Pass

8-10 Agosto: Kyoto

11 Agosto: Kyoto-Hiroshima

12 Agosto: Hiroshima-Miyajima-Hiroshima

13 Agosto: Hiroshima-Tokyo

14-15 Agosto: Tokyo

16 Agosto: Vuelo Tokyo-Moscú, Moscú-Madrid. Salida a las 12h.

17 Agosto: Llegada a Valencia

Alquilamos el coche en Times Car Rental (que son dueños de prácticamente todos los parkings de las ciudades que hemos visitado... vamos, que se trata de una empresa fuerte). Todos los coches vienen con GPS incorporado, no hace falta contratarlo. Y si no viniera: contratadlo!!!! Sin GPS, no saldréis ni del aeropuerto. Tienen una infraestructura de carreteras demasiado amplia y compleja para entenderse con el google maps y el maps.me, y el software de los GPS está detallado al milímetro. Al tiempo, me puse en contacto con ellos para añadir una ETC card al coche. Todos los coches japoneses llevan incorporado un dispositivo para cargar los peajes de las autopistas. Porque tenéis que saber que allí todo  son peajes. No os vais a librar y, si lo intentáis, os arrepentiréis. Todas las carreteras atraviesan montañas a través de largos túneles y si vas sin peaje hay que añadir el tedioso tráfico y un semáforo en cada esquina. Vamos, lo que te cuesta 1 hora en autopista, te puede costar 5h en una carretera normal. Así que alquilamos la tarjeta ETC por unos 3€. Con esta tarjeta, no es necesario parar en los peajes, sino que la barrera se abre automáticamente y se carga el importe del peaje en la tarjeta. Es parecido a la Vía T de aquí. Cuando devuelves el coche, pagas el importe acumulado y chispún.

El coche nos costó 496,26€ y nos dieron un Toyota Corolla Fielder. Ahí ya va incluida la tarjeta ETC. El coche también podéis sacarlo más barato. En nuestro caso, debía ser un coche con un gran maletero porque teníamos que guardar las maletas de mi amiga una vez las recogiéramos de Nagoya. Si no, un coche para 4 personas y una maleta mediana por cabeza puede salir por 120 euros menos perfectamente. Así que no os asustéis. El coche sale rentable si viajáis dos o cuatro personas con un equipaje más o menos normal. En nuestro caso, pese al tamaño del coche, también salió muy rentable.

A partir de ahora, comentaré precios de las cosas en euros y yenes. Debéis saber que 1 euro equivale a entre 126-128 yenes reales, sin pasar por casas de cambio ni contando comisiones de tarjetas. Nosotros nos evitamos este trámite por un tema personal y pudimos disponer de yenes con este tipo de cambio. En la casa de cambio estaba el cambio de euro a yenes a 121 yenes y el cambio a euros a 132 yenes. Un auténtico robo tanto para el que quiere hacer un cambio u otro.

Los hoteles seleccionados fueron los siguientes, siempre durmiendo en habitación doble, con reserva a través de booking.com:

- NIKKO: Midorian. Esta era una casa particular donde el dueño alquilaba el piso superior. El baño se encontraba en la planta baja, donde él vivía. Era un lugar precioso, con el río al lado, en medio de la naturaleza. El chico era encantador y la casa muy bonita y limpia. No tenía aire acondicionado, pero para dormir por la noche no hacía falta, ya que estaba en medio de la montaña. Tenía una habitación con litera y otra con futón. Carlos y yo dormimos súper bien, cómodos y fresquitos, en futón. Nos costó 109€/4 personas por una noche. 

- TAKAYAMA: Ryokan Murayama. Aquí tuvimos la oportunidad de ver cómo es un alojamiento típico japonés. Realmente lo vimos el día anterior, pero el Ryokan es un tipo de hotel. Las habitaciones suelen contar con futones, los baños suelen ser compartidos y algunos cuentan con “sento” (baño termal público). Este tenía todo lo que acabo de decir. Además, el desayuno podía ser japonés o continental. El desayuno continental estaba exquisito. Nos encantó este ryokan. Hicimos uso del sento, por supuesto. Este, en concreto, tenía un baño para hombres, otro para mujeres y otro mixto. Tienen un horario de uso. Nosotros lo usamos fuera de horario, sin hacer ruido, y nadie nos dijo nada. Carlos y yo siempre hicimos uso del baño mixto. Luego haré un inciso para explicar qué es un “sento” y un “onsen”. El único hándicap del hotel es que se encontraba literalmente a 30 minutos andando del centro de Takayama. Teníamos otro seleccionado en el mismo centro, pero no tenía sento. Yo lo he aprovechado, así que estoy contenta con la elección final. Pero si no os va el agua caliente, podéis coger otro alojamiento sin baño público. Nos costó 267€/4 personas por dos noches.

- NAGOYA: Lagunasuite Nagoya. Este hotel estaba justo en el centro de la ciudad. Las habitaciones estaban genial, comodísimas y limpísimas. El parking costaba 1800 yenes el día. En teoría no se puede sacar una vez metido, pues te tarifican por horas y es más caro, pero les explicamos que necesitábamos ir a un par de calles de allí a recoger unas cosas y que no tardaríamos más de una hora. Nos dejaron sacar el coche sin problemas. El único “pero” es que casi me congelo durante el desayuno, pues el aire acondicionado estaba como a unos 10 grados de diferencia con la temperatura exterior, si no más. Nos costó 127€/4 personas por una noche con desayuno incluido.

- FUJIYOSHIDA: E-joy. Este hotel estaba chulísimo y el entorno era espectacular, entre las montañas y cerca de los lagos. Los baños eran compartidos, pero estaban muy bien. Teníamos un espacio común, que era dónde también se servían los desayunos. Este espacio era una especie de salón-comedor y recepción, todo al mismo tiempo. Había una nevera, un microondas, vajilla, cubiertos, café y té gratuitos todo el día.... El dueño era encantador también. El desayuno estaba muy rico. Nos costó 192€/4 personas por una noche con desayuno incluido. Esta zona era cara, y esto fue de lo más barato que encontré sin que tuviéramos que compartir habitación con más personas.

- KYOTO: Karatachi Nanajo Hotel. Este hotel fue el puntazo del viaje. Se trataba de miniapartamentos con cocina y lavadora incluidas. El baño estaba dividido en 3 espacios separados: la zona de la pila, el inodoro y la ducha. En la zona de ducha también había bañera. Esto es muy típico japonés. Se trata de un espacio hermético, donde la ducha se halla fuera de la bañera. Para que entendáis, os ducháis en el suelo del espacio. Si queríais hacer uso de la bañera, para relajaros, la tele que había enfrente se encendía automáticamente. Fuera, en la habitación, había una barra y un tendedero, un ordenador con menú en español (totalmente personalizado) y lo mejor: un smartphone para uso personal con datos y llamadas locales incluidos. Incredible!!!!! El hotel está cerquísima de la estación, donde además de parar el JR, está la estación de autobuses. Además, muchos buses pasan por la perpendicular del hotel. Si se quiere ir andando a Gion y Pontocho, está a 30 minutos. Pero si tienes el pase del bus, llegas en un momento y tienes muchas opciones para elegir autobús. Nos costó 474.8€/4 personas por 4 noches. Tuvimos que pagarlo antes de ir, via Paypal.

- HIROSHIMA: Hotel Hokke Club Hiroshima. Este hotel, ubicado en el centro, tenía unas camas chiquititas a juego con el tamaño miniwini de la habitación. Para no variar, estaba limpísimo. El personal era muy agradable y, para rematar, tenía un baño público. Esta vez no había mixto, sino que estaba separado por sexos. Nos dio igual. El baño estaba impecable, era grande y precioso, incitaba a la relajación y tranquilidad. Nos costó 186€/4 personas por una noche.

- HIROSHIMA: Sejour Inn Capsule. Cómo no, no podía faltar el hotel cápsula en este viaje a Japón. Este tipo de hoteles lo suelen utilizar las personas de negocios. Realmente, quería decir “hombres de negocios” porque mujeres no hay muchas. De hecho, casi todos los hoteles cápsula son para hombres sólo. Hay algunos para hombres y mujeres en habitaciones separadas y otros, como este, con habitaciones mixtas. Cada planta tenía una habitación grande con varias cápsulas y varias puertas (cortinas). Detrás de las cortinas podía darse el caso de que hubiera una cápsula individual con un armario y un pequeñísimo espacio, o lo mismo pero con dos cápsulas y dos armarios. Nosotros, por tema de privacidad de nuestras pertenencias, reservamos cuatro cápsulas instaladas detrás de cortinas de dos en dos. Pero vamos, que la habitación era la misma, y que ni había puerta ni nada que la separara de las demás. De todas formas, primeramente tenía reservadas 4 cápsulas normales y pregunté que dónde se dejaban las maletas. Me dijeron que allí en medio de la habitación. No me explicaron que tenían candados para las maletas. Tal vez si me lo hubieran explicado, me habría quedado en las cápsulas normales.

Afuera, había una habitación con toallas y pijamas para nos sirviéramos, los baños y las duchas. No estoy muy contenta con el trato recibido en este hotel. Antes de ir, les dije que llegaríamos por la mañana con nuestras maletas, les solicité un taxi para las 5.30am del día siguiente, y pregunté si me podían preparar un desayuno frío para llevar ya que no estábamos para la hora del desayuno. Me dieron un rotundo “no” en cuanto al desayuno, me dijeron que no pedían taxis, que nos buscáramos la vida (nunca pensé que sería algo literal) y en cuanto a las maletas: “OK, I see”. Eso no me decía mucho pero entendía que no les importaba que llegáramos antes aunque no ocupáramos la habitación. Pues me equivocaba. Así que la experiencia muy mal. El hotel muy limpio, eso sí. En otras circunstancias, tal vez hubiera disfrutado la estancia. Nos costó 125€/4 personas por una noche y desayuno incluido.

- TOKYO: &And Hostel Ueno. Se trata de un hostel, como dice el nombre, a 10 minutos (no llega a paso normal) de la estación Ueno. Esta estación forma parte de la línea circular JR Yamanote Line. Así que nos venía de lujo el primer día para terminar de amortizar el JR Pass. No tengo muchas cosas buenas que decir del hotel: llegamos y lo encontramos cerrado. Nadie me había dicho nada, no me habían dado explicaciones. Le dimos pena a una de las huéspedes que nos abrió la puerta. Solicitamos darnos una ducha y nos lo negaron. Dijimos que dejaríamos las maletas allí hasta la hora del check in y nos cobraron 400 yenes en total por dejarlas. Si a eso le añadimos el alquiler de las toallas, me pareció lo peor el hotel.

Los baños, sucísimos, eran compartidos. Había un total de 3 duchas para todo el hostel, 5 inodoros y 4 minipilas. La suciedad era un cúmulo de la suciedad acumulada por no limpiar y la suciedad generada por, voy a decirlo muy claro, las guarras de las huéspedes. Sí, guarras, porque básicamente había pelos largos y no vi a ningún chico con el pelo largo durante mi estancia. Así que fueron ellas. Además: asiáticas, ya que los pelos eran largos, lisos y oscuros. Había moho en las esquinas de los baños y duchas, las papeleras de la habitación estaban pegajosas.... Después de la suerte que habíamos tenido en todos los hoteles, este nos dio mal sabor de boca para terminar. Tiene un espacio común que hace de recepción, cocina y comedor, todo en uno. La recepción sólo abre por la tarde y hasta cierta hora, por lo que si quieres entrar, debes introducir un código en la puerta trasera. No podemos quejarnos del precio. Nos costó 255€/4 personas por 3 noches. Vamos, lo que vienen siendo 21€/persona y noche. Así que dejaremos correr su suciedad y su falta de detalle ahora que ya pasó.

Después de zanjar el tema del itinerario, alojamiento y coche, compramos el JR Pass online. Este es un pase para realizar tantos viajes en tren rápido como necesites (tren en japonés es “shinkansen”, por cierto). Los hay de 7 días, 14 días o un mes. Se busca en google JR Pass y te sale la página directamente. Para el pase de 7 días, me marcaba el precio de 222€ pero, cuando me llegó a casa, en la factura indicaba 224€. No voy a ponerme a discutir por 2€, pero me sentí un poco estafada. Lo cierto es que si multiplicas 2€ por mucha gente, se sacan un buen dinero. En fin. Como parte positiva diré que tuve que realizar una consulta, llamé al teléfono de España y me atendieron súper bien.

Para organizar los trayectos de tren y los horarios que más convienen, tenéis la web de Hyperdia. Pero yo os recomiendo que os bajéis la app un mes antes (tenéis un mes de prueba gratis), pues funciona mucho mejor que la web. Allí os salen todos los horarios, transbordos, números de tren, etc... Os recomiendo que reservéis el asiento en los trenes en cuanto canjeéis el JR Pass (vamos, que vayáis con los horarios ya elegidos) y os anotéis los números de trenes y las vías, ya que cuando haces transbordo y vais con mucha prisa (10 minutos para realizar el cambio de tren, por ejemplo), es más fácil buscarlo en los paneles informativos o preguntar, especialmente por los números de vía (“track” en inglés).

Lo último que quedaba por ver era la Ceremonia del Té. Reservamos en Camelia Tea Experience, en el precioso barrio de Higashiyama, en Kyoto. Nos costó 2000 yenes por persona, que traducido en euros, con la comisión de la tarjeta, se quedaba en 16,03€ por persona. Aquí tenéis la página web, por si os interesa: https://www.tea-kyoto.com/ Se pueden hacer las visitas privadas o en grupo, aunque recomiendo hacerlas en grupo: ellas se encargan de que los grupos sean poco numerosos, así que vale la pena. Nosotros éramos 6 y tenían el cartel de “Completo” colgado fuera.

Y planeando planeando, llegó el día previo de salida. La aerolínea no nos permitía hacer el check in hasta 24h antes, lo que me parece un poco apurado, ya que te da poco margen si tienes que hacer algo y no puedes estar pendiente del ordenador. Tampoco me gustó el hecho de que no nos dejaran elegir previamente asiento, ni aunque fuera pagando. Pero bueno, no tuvimos ningún problema a la hora de elegir asientos juntos. Cuando fuimos a imprimir la tarjeta de embarque, tampoco nos las enviaron todas, ya que las del segundo vuelo nos las daban 24h antes de su salida. Esto es un rollo, especialmente para la vuelta, ya que te pilla fuera de casa seguro.

Este mismo día, también tuve otro problema con un alojamiento de booking. Llevaba varios días intentando contactar un alojamiento privado para quedar a una hora de llegada. El alojamiento no daba señales de vida para nada, así que el día anterior había reservado otro alojamiento por si acaso seguía sin tener noticias de ellos. Escribí al alojamiento a través de booking para informarles que iba a proceder a cancelar la reserva. Mi reserva conllevaba cancelación gratuita hasta el 1 de agosto y hablamos del 31 de julio. Total, que les di un margen a lo largo del día.

Cuando fui a cancelar, comprobé nefastamente que no me dejaba cancelar gratuitamente, puesto que en Japón ya pasaban 13 minutos del día 1 de agosto. Llamé a booking, y en principio me atendió una chica que me dijo que era obvio que la cancelación debía realizarse antes de la hora en el país de la reserva y yo le dije que la entendía, pero en el momento de la reserva no había ningún mensaje que indicara tal cosa. Simplemente se decía: cancelación gratuita hasta el 1 de agosto. También le expliqué que yo no sabía nada del alojamiento. Me dio un poco de largas, me dijo que iba a llamar al alojamiento para que dieran señales de vida y quedaran conmigo. Me cabreé y le dije que yo quería cancelar, que era poco responsable de su parte no haber dado señales de vida en tantos días cuando yo había intentado ponerme en contacto con ellos. Para colmo se cortó la llamada.

Volví a llamar y me atendió otra chica de lo más maja. Me dijo que tenían todos mis mensajes al alojamiento grabados y que se iba a proceder a solicitar el no cobro de la estancia, ya que yo había intentado ponerme en contacto con ellos y ellos no habían contestado. A las pocas horas, tenía un mensaje del alojamiento pidiendo disculpas y dándome permiso para la cancelación gratuita. Menuda diferencia de operadora, oye. Como se había bloqueado la reserva a través de booking a la espera de que el alojamiento diera respuesta, me tocó llamar a booking de nuevo para que me la cancelaran ellos. Quedé muy contenta finalmente con el servicio. Lo digo por si tenéis algún problema alguna vez. En general, los operadores son muy majos. Sólo quedé un poco descontenta con la primera.

Y ahora sí, empieza nuestro viaje.

DÍA 1: VUELO BARAJAS-MOSCOW, MOSCOW-NARITA AIRPORT (TOKYO)

Aunque habíamos hecho el check in desde casa, quisimos salir muy pronto para no pillar la huelga de taxis cabreados contra Uber y Cabify, que menuda estaban montando en Madrid, Barcelona, Valencia y más sitios. Así que bien pronto de madrugada fuimos a recoger a la madre de mi amiga la de Japón, que también se venía con nosotros.

Llegamos sin ningún problema. Lo único que sucedió es que el avión se retrasó media hora y eso nos dejó preocupados porque teníamos 1h y 10 min de escala. Yo había visto previamente que el avión tardaba menos de lo previsto en llegar normalmente, pero no siempre. Montamos al avión y casi nos da el pasmo cuando descubrimos que no había entretenimiento a bordo. Las azafatas no eran muy agradables, más bien tenían cara de acelga, y tuvimos el problema de tener que comer sin ingerir líquidos, ya que sirvieron la bebida hora y media antes de comer. Y no volvían a pasar para reponer. Además, la bebida la daban caliente: cerveza caliente, agua caliente, cola caliente... Los asientos eran incómodos, además.

Después de 6 horas interminables, llegamos a Moscú. Nos quedaban 50 minutos todavía pero había mucha cola en aduana, pues habían llegado varios aviones a la vez. En un principio, nos dijeron los de aduanas que nos diéramos prisa o perdíamos el vuelo, pero ahí quedó la cosa: ni nos hicieron pasar por otra cola rápida ni nada. Llegamos a la puerta de embarque perdiendo el culo y ni al baño me dio tiempo de ir. Fue bastante estresante por culpa de la cola tremenda que se había formado.

Montamos en el siguiente avión y respiramos más tranquilos. El avión estaba mejor, más espacio y más cómodo, tenía pantallas individuales con películas en chino, ruso e inglés, básicamente, pero menos da una piedra. Como ya habíamos aprendido la lección, reservamos nuestra bebida caliente una hora y media a la espera de la comida. Las opciones eran mínimas: pollo o ternera en los dos vuelos, en las tres comidas que nos dieron en total. A saber, si seguís alguna dieta especial, sois vegetarianos, o de alguna religión en particular, Aeroflot te permite elegir menú con más de 48h de antelación. La oferta es variada. Sólo tenéis que saber una cosa: si sois vegetarianos, os pondrán comida vegana. No me preguntéis por qué. Creo que no tienen muy clara la diferencia. Y no sabría concretaros ahora si era comida vegana u ovovegana.

DÍA 2: NARITA AIRPORT-NIKKO (213 kms-3h)

Llegamos puntuales a la Terminal 1 de Narita Airport, a 80 kms de Tokyo. Salimos a esperar nuestras maletas y ¡oh! ... Veo un enorme papelorio pegado a una maleta con una serie de nombres. No le presté atención pero juraría haber visto Escuder... y eso no es muy común. Fue corriendo por la cinta para ver el papelorio y, efectivamente, mi nombre estaba ahí... Y ya sabéis lo que eso significa: que no hay maleta. Fuimos al stand de Aeroflot y había una cola tremenda de personas cuyas maletas se hallaban en Moscú. No acabo de entenderlo. Sólo llegamos con 20 minutos de retraso y era la mismita terminal. Hicimos la reclamación y nos rellenaron un papel para las dos maletas facturadas. Carlos y yo habíamos facturado una y la madre de mi amiga otra. Aunque teníamos etiquetas diferentes, se ve que al tener el mismo número de reserva, se dispuso todo a mi nombre. Nos dijeron que las maletas llegarían en el siguiente vuelo: al día siguiente. Para nosotros era una tragedia, ya que no íbamos a estar por allí para poder recogerla. Preguntamos qué iba a pasar en nuestro caso y dijeron que tardaría más días pero que llegaría. Justamente nuestro segundo destino estaba en plenas montañas. No en vano se llaman los Alpes Japoneses. Así que tendríamos que esperar más días para recibirlas.

Chic@s, con esto aprenderéis a llevar siempre ropa en el equipaje de mano. Afortunadamente, yo llevaba varias mudas (con una tampoco hubiera hecho demasiado), pero mi bolsa de aseo estaba al completo en Moscú. Lo pasó peor la madre de mi amiga, que no tenía NADA con ella. Por no tener, no tenía ni su medicación diaria. Intentamos que con la importancia de la medicación se dieran más prisa en traernos la maleta pero nos dijeron que NO. Al contrario, nos pidieron las llaves de los candados porque al llevar medicación igual nos las abrían.

Con el papelito de la maleta fuimos a pasar el control de maletas (qué irónico, no?) y no nos dejaron pasar porque los 3 no éramos familia. Nos tocó volver a pedir otro papel de maleta para la madre de mi amiga. Volvimos a pasar y nos pararon, porque en el papelito de la madre de mi amiga no sé qué había escrito pero el hombre nos preguntó si llevábamos drogas en la maleta. Le expliqué que era una medicación para la tensión y nos costó un rato hacernos entender. Por dios, qué largo se me hizo salir del aeropuerto.

Mientras tanto, mi amiga estaba esperándonos en la puerta de salida. Había llegado de Corea hacía ya un buen rato y le dio tiempo de hacernos una pancarta y todo. Después de achucharnos un rato (hacía un año que no nos veíamos aunque hablábamos todos los días), fuimos al stand del rentacar.

El trámite en Times Car Rental fue muy rápido afortunadamente. Pagamos el coche, nos dieron una serie de instrucciones sobre conducción en Japón y qué está tipificado como delito y nos llevaron al lugar de recogida, fuera del aeropuerto. Imaginaos un coche tan tan grande con un maletero enorme que se quedó vacío. La única maleta que llevábamos era nuestro equipaje de mano y la maleta de mi amiga. Voy a llamarla por su nombre: Vicky, una gran artista, por cierto. Tuvimos que cambiar el coche porque el GPS estaba en japonés y no sabían cambiarlo al inglés. Tampoco sabíamos cómo introducir coordenadas, nos pedía algo de un teléfono. Y no entendíamos nada. Nos cambiaron el coche por otro que estaban limpiando a la velocidad del rayo y en cuento nos dejaron nos fuimos camino a Nikko. Esto igual eran las 12.30 o 12.45pm.

Voy a hacer un paréntesis sobre el tema de las coordenadas en el GPS japonés. Nosotros, cuando viajamos, utilizamos siempre coordenadas. Yo las busco antes de viajar: las del hotel, las de los parkings de los lugares a visitar, etc... Así tengo menos margen de error a la hora de llegar a los sitios. Pero no nos dejaba meterlas. Resulta que los GPS japoneses utilizan, o bien el número de teléfono (aunque a nosotros este método no nos funcionaba), o un “map code” específico de Japón. Para saber el código a introducir, os vais a la página: https://japanmapcode.com/en/ , buscáis el sitio adonde queréis ir y ponéis descargar map code. Obtendréis una serie de números con algún arterisco. Ese es el número que debéis introducir en el GPS.

Paramos para comer en una estación de servicio. Esta fue nuestra primera experiencia con las maquinitas de comida. En esta tenías unas fotos arriba y abajo estaban los botones para solicitar lo que ibas a comer. No coincidían las fotos con los botones, claro. Con un poco del japonés de Vicky acabamos pidiendo. Aquí fue donde descubrí que en las estaciones de servicio se come súper bien. Las trabajadoras son señoras encantadoras que en España haría años que se jubilaron. Imaginaos la cocina de la abuela... mmmm.... El agua era gratis. Bueno, el agua es gratis en toda Japón. Tú coges tus cubiertos y servilletas y cuando acabas lo recoges todito y se queda impecable, como los baños. Sí, los baños en las estaciones de servicio estaban impecables. Tocabas un botón y te ponía música para que pasaras desapercibid@ si tenías que hacer ruido por algún asunto. Y luego le das a los chorritos y sales perfect@.

En resumen, la comida nos costó nada y menos. Comer en Japón no es tan caro. Pero es que comer en una estación de servicio está tirado. Te puede salir por 4-6€ perfectamente y salir rodando. Los platos más típicos son las sopas de soba y udon, que son unos fideos de harina de trigo (el udon es más grueso que el soba) con carne, verduras, tempura, etc... en un caldito. Se puede o no añadir un huevito que te dan crudo y se va escalfando con la temperatura del caldo.

Llegamos a Nikko bastante tarde, sobre las 5pm. Ya llegando al lugar, pusimos el maps.me con las coordenadas de MIDORIAN, nuestra casita, ya que no sabíamos introducir las coordenadas en el GPS del coche. La casa era encantadora, al igual que el dueño, con el ruido del río que pasaba por allí al lado. Lo único es que estábamos arriba de la montaña y un poquito alejados del centro. Después de dejar las pocas cosas que llevábamos y explorar la casa (que ya describí arriba), nos fuimos directos con el coche al Abismo de Kanmangafuchi. Es una garganta formada por la erupción de un volcán hace años. Un camino lo recorre, custodiado por 70 estatuas de Jizo (guardianes).

De allí nos dirigimos al parking que nos había comentado el dueño de la casa donde nos hospedábamos, en el centro de Nikko. Éste estaba muy cerca del Puente Sagrado de Shin-kyo. Este puente es una reconstrucción del original, que databa del siglo XVII.

Como ya oscurecía, pero aun era pronto, paseamos por la calle principal hasta encontrar un lugar donde tomar una cerveza. Después, fuimos a cenar al famoso y diminuto Hippari Dakko. Allí pedimos un poco de todo: calamares, unos rollitos, noodles fritos, yakitori y una especie de albóndigas en brocheta también. Salimos a unos 800 JPY (yenes) por cabeza. Felices porque el día no había terminado mal, fuimos a comprar el desayuno a un combini y a acostarnos.

Un combini es una tienda 24h donde se compra un poco de todo. En un supermercado convencional puedes encontrar las cosas un pelín más baratas, pero las opciones de comida preparada son mucho más variadas y mejores en los combini. Los 3 más famosos son el 7eleven, el Lawson y el Family Mart. Mi favorito es el Family Mart. Si tenéis funda térmica para botellas, no vayáis al 7eleven, porque las botellas son más pequeñas (1l) por el mismo precio y además más gruesas, por lo que no caben en el botellero. Para desayunar me compré un brick de Japanese Green Tea (completamente amargo, muy típico de allí), un yogurt y una pieza de bollería (de esto me cansé al tercer día).

Hale, a dormir. Nosotros nos fuimos al suelo con nuestro futón y Vicky y su madre a la litera. Corría una brisita que daba gusto, con vistas a la montaña.

DÍA 3: NIKKO-MATSUMOTO-TAKAYAMA (355 kms-6h)

Después de desayunar, nos vestimos con lo del día anterior.... no sabíamos cuándo estarían nuestras maletas. Escribí a la aerolínea para saber si la maleta iba a llegar en el vuelo de ese día y nos fuimos a conocer los famosos Templos de Nikko, que son Patrimonio de la Humanidad. Se encuentran en un entorno natural incomparable y abarca hasta 103 edificios o estructuras. Serían sobre las 8 de la mañana, una hora bastante tardía teniendo en cuenta lo que pega el sol.

Comenzamos por Tosho-gu, el más caro de todos: 1300 JPY. En total, lo conforman 42 edificios diferentes. Se trata de un santuario sintoísta construido en la década de 1630, en los primeros tiempos del período Edo. Aquí se hallan las cenizas del shogun Tokugawa Ieyasu. Y me diréis: ¿qué es eso? Pues es un puesto militar designado directamente por el emperador y se consideraba algo así como el gobernador del país. De hecho, sustituía al emperador. El caso es que fue ganando cada vez más poder (no me extraña) y el último shogun no tuvo un buen desenlace, ya que el emperador del momento parecía tener más sangre en las venas que el resto. Pero eso ya se contará cuando hable del castillo de Kyoto.

No entramos a Rinnoji Treasure Hall porque lo estaban restaurando, pero que sepáis que es una auténtica pasada. Entramos a algún que otro complejo más y luego fuimos directos a Taiyuin (550 JPY). Este es el mausoleo del nieto del shogun Ieyasu. Se accede a él a través de un camino que pasa por delante de otros templos.

Tras terminar esta visita (podríamos haber pasado el día entero viendo templos, pero tampoco era plan) fuimos a darnos una merecida ducha (estábamos chorreando). Después de despedirnos con pena del dueño de la casita Midorian, pusimos rumbo a los Alpes Japoneses, a la ciudad de Takayama. Eso era sobre las 11am. El camino está lleno de autopistas de pago y no me extraña. Todo eran túneles interminables. Nos salimos por error de la autovía y nos despacienciamos con tanto tráfico y semáforo.

Paramos a comer en una estación de servicio. Ya nos conocíamos la maquinita. Me pedí un inari sushi (bola de arroz envuelto en tortilla fina, con un sabor ligeramente dulzón) y una sopita de soba con un huevito compartida con Carlos. No recuerdo qué más pidió Carlos, pero en total saldríamos a unos 800 JPY por cabeza otra vez contando el postre, algo que no es muy típico por allí. Después de reponer energías volvimos a poner rumbo a Takayama. Como íbamos bien de hora, paramos para ver el famoso Castillo de Matsumoto. Habíamos tardado unas 4h en llegar. Nos avisaron que nos diéramos prisa porque el castillo cerraba en una hora y no nos daría tiempo a verlo. Así que pagamos la entrada (600 JPY) y entramos corriendo.

Este castillo fue construido a finales del S XV y está considerado como Tesoro Nacional de Japón. Sólo hay 4 castillos originales considerados como tal y este es uno de ellos. Así que podemos decir que pisamos el mismo suelo que los antiguos shogunes. Tiene 7 pisos en total y a cada piso tenía acceso una clase social diferente. Por ejemplo, el shogun vivía en el 5º piso y se reunía con los daimyo (señores feudales) en el 6º piso. No creáis, esto era más bien una tortura japonesa. Más valía ser de la plebe. Menudas escaleras se gastaban en aquella época.

Después de hacernos un publirreportaje en las inmediaciones del castillo, nos dirigimos a Takayama, donde llegamos bien entradita la noche. De hecho, no lo encontrábamos. Pero vimos unos focazos y pensamos preguntar allí, con la sorpresa de que ese era nuestro ryokan!!!! Después del check in en el RYOKAN MURAYAMA y de explicarnos los horarios para los baños públicos, quedar en la hora del desayuno, saltar por las habitaciones, y hacernos unas fotos con las “yukatas” que teníamos en los armarios (yukata = bata /vestido típico japonés más fino que el kimono), nos fuimos a cenar.

Caminamos alrededor de 30 minutos para llegar al centro y fuimos directos a un sitio de gyozas que tenía anotado: Hida Takayama Gyoza Sohonzan. El camarero / cocinero está como una regadera y pega unos gritos que no veas. El local es diminuto y había locales (buena señal). Nos hicieron un hueco y nos entregaron unos rotuladores y folios para que pintáramos mientras esperábamos las gyozas. Pedimos unas de pollo, unas de carne de Hida y unas vegetales. Las de carne de Hida estaban espectaculares!!!!!!! Nos costaría unos 500 JPY por persona.

Como los demás no querían repetir (yo me habría quedado eternamente), nos fuimos a otro sitio donde te cocinabas tú a la parrilla. Os diría el nombre pero en el maps me sale en japonés y no es plan. De todas formas, no lo recomiendo. Aunque no estaba mal, nos sentimos estafados con algunos platos. Por ejemplo, pedimos pulpo y nos sacaron 4 puntillas recién nacidas. Y no miento. Eran diminutas!!!!!!!!!! Y eran 4, que es lo peor del asunto. Comimos unas sardinas, unas salchichas, el pulpo, ensalada y cervezas. Nos salió a 1400 JPY por persona.

Volvimos al hotel y, aprovechando las horas, cotilleamos los baños masculinos, femeninos y los mixtos, jijiji. Luego, nos fuimos a dormir.

DÍA 4: TAKAYAMA-SHIRAKAWA GO-GOKAYAMA-TAKAYAMA (97 kms-2h i/v)

Ese día desayunamos a las 7am en el ryokan. Previamente habíamos ido a hacer uso del baño público mixto. Súper relajante. El desayuno continental estaba riquísimo. No nos atrevimos a probar el desayuno japonés. No estoy acostumbrada a sabores fuertes de buena mañana, la verdad. Nos lo sirvieron en un comedor con mesas bajas y cojines en el suelo, justo lo que más le gusta a Carlos, que es incapaz de sentarse en esa postura XD. Pensé que se le dormirían las piernecillas.

Ese día salimos rumbo a las aldeas históricas de Shirakawa-go y Gokayama, a una hora de camino, que son Patrimonio de la Humanidad. Son conocidas por su peculiar estilo arquitectónico, llamado en japonés “gassho zukuri” (construcción con las palmas de las manos juntas), que designa a las casas con el tejado muy inclinado con el fin de soportar las precipitaciones de nieve, muy abundantes en esta región montañosa.

Lo primero que hicimos tras llegar fue visitar su Folk Village, que tiene una muestra de casas típicas. La entrada cuesta 600 JPY. Después, cruzamos el puente Deai y dimos una vuelta por la aldea. Nos encantó, rodeada de campos de arroz. Subimos a la zona de Ogimachi Castle. Se encuentra en una subida al final del pueblo. Se tarda menos de 10 minutos en subir arriba por una carretera de asfalto y las vistas lo merecen. Son increíbles.

Aunque se pueden visitar algunas casas de la aldea, no entramos porque ya habíamos visto distintas muestras en la Folk Village. Así que nos fuimos directos al Doburoku Festival Museum, que está en dirección opuesta. Este museo me lo recomendó un compi de trabajo que estuvo el año pasado. La entrada cuesta 300 JPY y, aunque no es muy grande y no tiene un gran interés, te ponen un vídeo sumamente interesante a la entrada, donde explican cómo es la vida en el pueblo y qué sucede cuándo hay un incendio, ya que todas las casas son de madera. Existe un sistema de 59 cañones de agua gigantes que se ponen en funcionamiento ante tal vicisitud. Al finalizar la visita, tienes barra libre de sake completamente casero, lo que es otro punto para el museo.

Finalmente, cogimos el coche y nos trasladamos a Gokayama. Allí buscamos algo para comer pero el único sitio que vimos nos convencía poco o nada. Hacía un calor de mil demonios, íbamos agotados y sudados, chorreando, deshidratados. Quisimos comprar agua y tampoco vendían. Una vendedora se apiadó de nosotros y nos sacó agua de su casa. Así que nos fuimos directos a Takayama con la esperanza de encontrar un lugar para comer de camino. Paramos en una zona de servicio muy cerca de Takayama. Pedimos unos platos combinados con carne, verdura y sopa. Nos costó unos 1000 JPY por persona.

Llegamos al hotel, y ¡oh! ¡sorpresa!! Nuestras maletas habían llegado finalmente!!!!!!!!!!!!!!!! No podía creérmelo. Así que saqué todo lo que tenía en mi bolsa de aseo y me di un buen homenaje en la ducha. Menudo gusto lavarme el pelo, usar mi gel, mi champú, mi acondicionador, mi pinza de las cejas, mi desodorante, mi peine!!!!!!! Después de acicalarnos y descansar, salimos al centro de Takayama con la intención de recorrer su parte más turística.

En Takayama, una de las cosas que recomiendan visitar si no vas con mucho tiempo, es Hida no Sato, muy similar a la Folk Village de Shirakawa-go. Como nosotros habíamos visitado la de Shirakawa, obviamos esta visita. No obstante, dicen que está muy bien y que es un buen sustituto. El Ryokan Murayama se encuentra muy próximo a este museo y ofrece descuentos para su entrada.

Fuimos directos al barrio Sanmachi Suji, en la otra parte del río, que abarca una zona amplia e intacta de casas y comercios de mercaderes del periodo Edo. Lo comprenden las calles Ichinomachi, Ninomachi y Sannomachi. Es una zona preciosa, con restaurantes bastante apetecibles. Desde allí, cruzamos nuevamente el río y nos tomamos una cervecilla y procedimos a buscar sitio para cenar. Para nosotros, era bastante complejo encontrar sitio: o estaban llenos, o no nos gustaban. Teníamos que hacer frente a la realidad: había dos personas vegetarianas, una persona carnívora y otra que se moría por la comida japonesa más que nadie y cuyo amor no era compartido por los demás. Así que haceros una idea.

Acabamos en un lugar bastante cuqui en la Kokubunji Dori. No puedo deciros el lugar, ya que google.maps no lo marca. Pero estaba cerca del puente, a mano izquierda si venimos de allí, tenía una puerta pequeña y lo primero que había al entrar eran los zapatos de todos los clientes. Una vez entrabas, había mesas bajas pero con el hueco para las piernas debajo de la mesa (para fortuna de Carlos). Los asientos tenían cojines y estaban a la altura del suelo. Allí pedimos ensalada, croquetas de carne de Hida, sashimi de salmón y de pulpo. El de pulpo estaba un poco durito, tengo que decirlo. Vicky y su madre decidieron ir al sitio de las gyozas a terminar de llenar el estómago, ya que las opciones vegetarianas eran escasas. Yo seguí pidiendo, ya que me estaba gustando el local. Salimos a 1000 JPY por persona si llegó, que creo que recordar que no. Recogimos a las chicas en el local de las gyozas y nos fuimos para el hotel.

DÍA 5: TAKAYAMA-TSUMAGO-MAGOME-NAGOYA (206 kms-4h)

Volvimos a desayunar a las 7am y partimos rumbo a Nagoya, para recoger el resto de pertenencias de mi amiga. De camino, teníamos planeadas dos paradas: una en Tsumago y la otra en Magome. Sobre las 11am, llegamos a Tsumago y paseamos básicamente por las dos calles que tiene. No me malinterpretéis, que se tarda su buen ratito en visitar el pueblo. Los dos pertenecen a la Ruta Nakasendo, que conectaba a la antigua Edo (actual Tokyo) con Kyoto. Ambos pueblos, al mismo tiempo, eran dos antiguos “shukuba”, estaciones de descanso durante la ruta. Con el fin del periodo Edo, la aparición del tren y otros medios de transporte, esta ruta perdió popularidad y dejó de utilizarse, aunque se ha convertido en una atractiva ruta turística.

En Tsumago, se pueden visitar las posadas donde se alojaban tanto los samurais como sus señores feudales, los daimyo. Éstas se encuentran en la calle comercial principal, antes de la Tourist Info y su bifurcación en dos calles (zona de escaleras). La entrada a Tsumagojuku Honjin (la posada de los daimyo) cuesta 300 JPY y Wakihonjin Okuya (la posada de los samurais) cuesta 600 JPY. Si se compran las dos entradas conjuntas cuesta 700 JPY.

La chica de la posada de los samurais se portó muy bien y le estuvo explicando a Vicky, que como creoque ya he dicho, sabe un poco de japonés, algo de la historia. Luego yo me adosé a un guía francés y entre las dos sacamos una explicación bastante decente del lugar, jijijijiji. Más tarde, llegamos al molino y, de ahí, fuimos rumbo al siguiente pueblo, Magome.

La ruta en coche va paralela a una ruta que se puede realizar caminando. El paisaje es espectacular, se pueden ver terrazas de arroz, árboles con hojas de mil colores, ríos, etc... Se trata de una ruta lineal fácil de unos 8 kms que se puede realizar en 3h. Si se realiza la ida y la vuelta, contad el doble de tiempo. La pena de ir en verano, es que ni te planteas hacer este tipo de cosas. Hace un calor tan asqueroso y sofocante, que te hace sudar a raudales, que lo que estás deseando hacer es meterte debajo del grifo de agua fría.

Llegamos a Magome, y si Tsumago nos había gustado, ¡¡¡¡este nos encantó!!!!! Debatimos si aparcar arriba (para bajar andando y luego subir) o abajo (para subir y luego bajar). Está claro: lo más duro siempre al principio. Se trata de una calle comercial cuesta arriba, pero preciosa. Arriba del todo, se encuentra el mirador.

Allí, Vicky y yo degustamos una especie de dumplings de berenjena. He de decir que me he pasado todo el viaje probando todas las guarradas japonesas que he podido. Y si antes me decantaba bastante por la cocina japonesa, ahora me declaro fan number one. En Tsumago, también probamos otra guarradilla: Mitarashi-dango, que son unas bolitas de arroz en brochetas con salsa dulzona. A nadie más le gustó y me las acabé zampando todas... mmmm...

Cuando terminamos, debatimos si comer por allí o en Nagoya. Pero la especialidad del pueblo era el soba (y yo encantada de la vida), y nadie estaba dispuesto a comerlo. Lo puedo entender: caldito a 38 grados.... no es que suene refrescante y apetecible. Así que nos dimos prisa en llegar a nuestro siguiente destino para poder comer a una hora “decente”.

Llegamos sobre las 3.15pm a Nagoya, al LAGUNASUITE NAGOYA. Madre mía, si en Japón hace un calor horrible (lo digo yo, que soy de Valencia), en Nagoya especialmente me quería morir (43 grados, 80% humedad... ¿hola??). Después de dejar el coche y las maletas, salimos de estampida a encontrar algo para comer. Vicky se conocía una franquicia de comida rápida italiana que no cerraba entre la comida y la cena y que eran bastante rápidos sirviendo. Así que fuimos al Saizeriya. Tengo que admitirlo: son rápidos, por no decir ultrasónicos. Las pizzas no estaban mal y yo me pedí pasta con tinta de calamar, calamar y gambas. Muy rico todo y muy barato. Salimos a unos 1000 JPY por persona.

Después, fuimos a visitar un par de escuelas donde ha trabajado mi amiga durante este año. Allí conocimos a algunas alumnas que, al ver a Vicky, gritaron, lloraron y nos emocionaron a todos, jeje. En la segunda escuela, estaba su jefe dando clases de salsa. Es un chico cubano que lleva varios años viviendo en Japón. Tiene varias escuelas y una compañía coreógrafica: Hermes Dance Company, por si cuando vayáis os apetece recibir unas clases de su parte. Baila muy muy bien. Mientras daba su clase, nos tomamos algo y estuvimos hablando con algunas alumnas de Vicky. Después de pasar allí la tarde, nos despedimos y volvimos al hotel. Por el camino, entramos en un combini y compramos desayuno. Ahí ya estaba harta de la bollería industrial y comencé a comprar sandwiches directamente.

Cuando llegamos al hotel, lo siguiente que hicimos fue ir al piso de mi amiga para terminar de empaquetar sus pertenencias y llevárnoslas. Así vi como era un pisito típico de allí: pequeñito y apañao. La zona de baño está separada del inodoro (esto ya lo había observado en Midorian) y la ducha y bañera venían separadas. Las bañeras japonesas son muy chiquititas. Cuando conseguimos empaquetar todo (madre de Shiva, aquello había sido una proeza), volvimos al hotel. Las chicas tenían una gran faena por delante: conseguir que todo cupiera bien en las maletas y que éstas cerrasen. No quería yo estar en su lugar porque, la verdad, lo veía chungo.

Por la noche, fuimos a ver la TV Tower de Nagoya. Nos dio tiempo a subir y admirar las luces de la ciudad. Vicky se emocionó, no sólo porque era el último vistazo que echaba sino también porque había estado allí dos veces: la primera, sola, y esta con gente conocida de su entorno, y le parecía increíble. La entrada nos costó 700 JPY y la vista bien valía la pena. Se apreciaban perfectamente la noria y el centro comercial Oasis 21, que parece un platillo volante y tiene agua en la zona de terraza. Cuando bajamos de la torre, intentamos visitar esta terraza, pero nos cerraron en las narices (eran ya las 10pm). Así que no nos quedó más remedio que ir a buscar la cena.

Terminamos en la misma calle del hotel (sin que yo lo supiera), en un restaurante típico japonés donde hay reservados cada dos mesas, y cada una de ellas está separada por una persiana. Se llama al camarero con un timbre. Allí pedimos takoyaki, que son unas bolas de pulpo y están exquisitas, maki vegetal, nigiri de salmón y huevas y una especialidad de Nagoya, el misokatsu, que es como el tonkatsu (cerdo empanado), pero con salsa de miso. Salimos a unos 1200 JPY con cerveza incluida. Y de ahí nos fuimos a dormir.

DÍA 6: NAGOYA-FUJIYOSHIDA (265 kms-3.45h)

Fuimos a desayunar al comedor del hotel, ya que teníamos el desayuno incluido. Hasta el momento, habíamos tenido incluido el desayuno en Takayama, Nagoya y Fujiyoshida, pero hasta ahí. El resto desayunamos de combini, que venía a salirnos a unos 500 JPY por persona el desayuno. Desayunamos a la velocidad del rayo, pues el lucerito que había puesto el aire acondicionado no tenía ni idea y nos hizo sentir como en el Polo Norte. Habría una diferencia de 10 grados o más con la temperatura exterior.

Salimos tiritando, recogimos bártulos y..... tratamos de hacer un tetris en el maletero del coche para meter todas las maletas. Después de forcejear durante un rato, conseguimos que todo cupiera sin que saliera disparado. Llevábamos dos maletones grandes (no, no.... de trolley grande nada.... esto era de dimensiones titánicas), dos trolleys medianas, una trolley pequeña, una bolsa de 50l (que no iba llena afortunadamente), un bolso grande y una mochila. Y dentro cada uno llevábamos nuestros respectivos bolsos. Ni al Magreb van tan cargados, oiga.

El camino en coche a la zona del monte Fuji es espectacular y una de mis mayores penas es no haber pasado más tiempo en aquella zona. Pero yo ya se lo he dicho a Carlos, volveré una primavera para ver el Fuji, para hacer senderismo y, si se puede, para ver la sakura (el cerezo en flor, que ya sé que en mi tierra –Extremadura- también hay, pero esto es a lo bestia y la tonalidad tampoco es la misma). Y conforme llegábamos se iba nublando. Cachis la mar salá.

Hicimos una parada en el Lago Saiko para visitar Saiko Iyashi-no Sato Nenba, que antiguamente era una aldea de agricultores, pero fue destruido por un tifón en 1966 y ahora es un museo al aire libre. Las casas muestran la arquitectura típica de la zona y, dentro de ellas, se han instalado pequeños museos, galerías y tiendas de productos típicos como dulces u objetos tradicionales. La entrada cuesta 350 JPY.

Después de disfrutar de un tranquilo paseo, intentamos dar con la vista del monte Fuji, que aparentemente se veía perfectamente desde lo más alto del pueblo. Y sí, lo vimos, pero en medio de las nubes. Poco a poco se fue nublando más y más hasta que fue imposible ver nada. Un poco frustrados, pero aun con esperanza, salimos del pueblo en dirección al lago. Nos hicimos un reportaje de fotos. Tenía escrito en algún lugar de mis anotaciones que las vistas eran espléndidas. A ver, que las vistas eran bonitas pero tampoco para tanto. A día de hoy, ya entiendo lo de las vistas espléndidas. Tengo mil fotos con el Fuji detrás de mí y yo sin coscarme!!!!!!!!!!! Resulta que las nubes que salen detrás de mí, entre las montañas, me tapan el monte de casi 4000m de altura que me he hartado de ver en dibujos animados como Julia, Juana y Sergio, Campeones, Ranma, etc etc etc. La leche!!!!! Menuda suerte. Si es que no todo puede ser perfecto en un viaje.

Seguimos dando un paseo con el coche y paramos a comer en lo que parecía un gimnasio. No estábamos muy seguros, la verdad. Luego descubrimos que era una zona de “hot springs” (aguas termales). Allí había un comedor de los que le encantan a Carlos: mesas bajas y cojines para el suelo. Hizo trampa, encontró una silla baja y se sentó en ella. Nos pedimos inari sushi, sopa de udon con verduras (el udon es más grueso que el soba, siendo ambos de la familia de los noodles) y tonkatsu (cerdo empanado) con patatas fritas. De postre, nos pedimos un helado de esos de leche, el suyo de leche –valga la redundancia- y el mío.... de té macha!!!!! Este fue mi descubrimiento del viaje y me haría unos cuantos más. Cuando lo probabas era dulce como un helado normal y luego te dejaba ese sabor áspero que deja el té... y más el macha, que es muy amargo. Me encantó. Me declaré fan del helado de macha.

Al volver al coche, cerramos la comida con unas fresas envueltas en chocolate blanco, otra de las guarradillas dulces típicas de Japón. Se comen un poco frías o congeladas. Pero allí estaban derritiéndose en el coche. Pese a que su temperatura no era la idónea, estaban muy ricas. Todas las cosas que íbamos probando eran idea de Vicky, que se las conocía todas. Seguimos nuestro camino hacia nuestro siguiente alojamiento, bordeando el lago Kawaguchi-ko y haciendo paradas para contemplar el paisaje.

Finalmente, llegamos a E-JOY, nuestro alojamiento. Era más bien un guest house. Había una pizarrita en la puerta dando la bienvenida a los nuevos huéspedes y allí estaba mi nombre. Ya he explicado arriba cómo era el lugar, así que no voy a dar más detalles. Fuimos a descargar el coche y advertí que todos recordaran en qué posición iban sus maletas.... esto es como en el cole, que nadie te hace caso XDD. Ya estoy acostumbrada, soy profe. 

Nuestra siguiente parada sería la 5ª Estación del Monte Fuji, pero surgieron dos problemas. El primero es que empezó a llover con saña. El segundo es que nos paró la policía para explicarnos que en verano no se permite la subida a vehículos particulares (imagino que para no saturar el parking ni la carretera, pues es la época de subida al Fuji). Así que amablemente nos indicaron dónde dejar el coche para coger el autobús. El billete de ida y vuelta costaba 2100 JPY. Es caro, sí, sobretodo si sólo quieres ver la Quinta Estación. Pero el problema no era ese. El problema era el tormentón que estaba cayendo.

Fue entonces cuando decidimos darnos la vuelta, ir a la casa y decidir qué hacíamos. Pusimos en el GPS la dirección del albergue y yo no sé qué paso, que nos dimos una vuelta impresionante, yendo dirección a Tokyo en lugar de dirección al lago. Y no veas para dar la vuelta. Bueno, no pasa nada, porque de camino nos quedamos flipados con una montaña rusa que se encontraba en Fuji-Q Highland. En ese momento no lo sabíamos, pero luego hemos descubierto que esta montaña, en su día (1996), fue la más alta del mundo, con 79m de altura; y poseía el récord de mayor caída, con 70m. Yo vi uno de los coches caer y juro que hubo un momento que voló. La duración del viaje oscila los 3 minutos 36 segundos a lo largo de poco más de 2kms a 130kms/h. A día de hoy, esta es la 8ª montaña rusa más alta del mundo. El 9º puesto lo ocupa Shambhala, en Port Aventura, así que haceros una idea. El 10º puesto lo ocupa la otra montaña rusa del Fuji-Q Highland: Eejanaika.

Cuando conseguimos regresar ya no al guest house, sino al pueblo, la lluvia seguía cayendo y era casi de noche. Fuimos a un súper y a un combini a apañarnos la cena de ese día, que haríamos en el comedor del alojamiento. En el supermercado descubrí unas mascarillas para las ojos, que conforme se abrían desprendían mucho calor. Vicky las había usado todo el año para descansar la vista y yo me compré una caja con olor a limón, ya que la lavanda me satura. De momento, he probado sólo una y creo que me he levantado con los ojos más rojos que nunca... no sé si es por la acidez del limón, jajajaja. Curiosamente, he tenido menos ojeras que otras veces. Va a ser que funciona.

Una vez en casa, con la intención de relajarnos y cenar tranquilos, comenzamos a pensar en la frustración que había supuesto ese día para nosotros. Por otra parte, yo tenía anotado un “onsen” adonde podíamos ir todavía a relajarnos. Vicky se había quedado con las ganas de ir a uno durante todo el año que estuvo allí trabajando. Así que con la premisa de: “no lo pienses, hazlo” (mi segunda premisa después de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”), puse a todo el mundo en pie y nos fuimos pitando al Fuji Yurari Hot Spring.

Ha llegado el momento de definir qué es un “onsen”. Un onsen son unos baños termales, donde existen diferentes piscinas a diferentes temperaturas y cuyas aguas están mineralizadas y contienen unas propiedades. Cuando el onsen no utiliza aguas termales y es más bien artificial, se llama “sento”, que es lo que teníamos en el Ryokan Murayama. Existen diferentes normas respecto al onsen: los hombres y mujeres no deben compartir espacios (esto no era así antiguamente, pero con la occidentalización vinieron las vergüenzas), se debe entrar completamente desnud@ (tan sólo se dispone de una pequeñísima toalla), uno debe enjabonarse y enjuagarse en unos asientos-tocadores-ducha que hay antes de entrar y están prohibidos los tatuajes, por asociarse a la “yakuza” (la mafia japonesa).

En principio, tenía anotado este onsen porque tenía unas piscinas que eran mixtas. Lo de piscinas es un decir. Tenía 4 cubículos donde podían entrar hombres y mujeres a la vez de forma privada. Pero cuando ves las fotos del resto del onsen, se te quitan las ganas de entrar al cubículo. El espacio público está separado entre hombres y mujeres y los espacios son simétricos. Ambos espacios dan al monte Fuji (esto ya es un decir, porque no lo vimos, obviamente) y tanto la ambientación como el entorno merece mucho la pena. Esto se traduce en que nosotros fuimos de noche y lo del entorno se imagina, pero aun así valió la pena mucho.

La entrada para una hora y media (en realidad, no tienes límite de tiempo) es 1300 JPY. Vicky y yo teníamos claro que íbamos a entrar a vivir esta experiencia tan típica japonesa. ¡¡¡Yo me había hartado de verlo en Ranma y quería hacer lo mismo!!! Carlos y la madre de Vicky optaron por un masaje descontracturante de una hora por 6000 JPY. El precio realmente es similar a España. Si acaso diría que un poco más barato si es que no pillas un bono.

Antes de entrar, hay unos paragüeros con candado (esto necesitamos en España) y unas taquillas para dejar tus zapatos. Cuando pagas los servicios de onsen o masaje, les das tus llaves y ellos te las guardan. Para el uso del onsen, nos dan una pulsera con una llave, pero para el masaje no. Así que todos dejamos las cosas en las taquillas de Vicky y mía. Nosotras vimos que nadie se enjabonaba (vaya tú la guarrada...) y allá donde fueres haz lo que vieres. Y nos metimos de lleno en la piscina más grande, que simula una poza natural de rocas. Si hubiera sido de día y otra época del año, habríamos tenido el Fuji enfrente. Pero llovía y era de noche. Vimos que las chicas se plantaban la minitoalla que te dan en la cabeza (no sé para qué... si alguien me puede iluminar), y lo mismo había visto yo en muchos dibujos animados. Así que nada, nosotras a imitar.

Después de relajarnos y disfrutar, nos duchamos (un poco guarrada sí es... tenemos que sentarnos donde todo el mundo, en unas banquetas, así que yo me duché de pie) y nos fuimos más felices que unas perdices a casa. Carlos disfrutó mucho el masaje. Así que esa noche cenaríamos tranquilos y felices y nos iríamos a la cama más contentos aun. Por cierto, durante la cena, probamos otra cosa típica japonesa: unas castañas chiquititas típicas de Japón envueltas en chocolate. Jolines, esta Vicky se conoce todos los vicios antidieta.

Antes de acostarnos, decidimos que podíamos intentar madrugar para ver si se veía el Fuji durante el amanecer. Pero nada de nada. El cielo estaba encapotado y había llovido tooooda la noche. Imposible.

DÍA 7: FUJIYOSHIDA-NARITA AIRPORT (187 kms-3.15h)

NARITA AIRPORT-KYOTO (4h)

Desayunamos y fuimos a cargar el coche.... Como era de esperar, las cosas no cabían en el coche. Mira que ya dije: acordaros cada uno.... Pero nada, ni tetris ni puzle ni na de na. Aquello no cabía. Yo decía que las maletas iban de una manera y los demás que de otra. Resultó que yo tenía razón, según la foto tomada el día anterior, pero como sólo se veía la fila exterior de maletas, pues tampoco podíamos reproducir lo que hicimos el día anterior. Cuando ya por fin conseguimos cerrar el maletero (no quería estar yo ahí cuando se abriera y saliera todo disparado), salimos en dirección al funicular Kachi Kachi Yama Ropeway, a los pies del lago Kawaguchi-ko, para llegar al Fuji Viewing Platform. Pero claro, con la niebla que había, no sólo no se veía el Fuji, sino que desde arriba no se veía ni el lago. En fin, tomamos unas fotos chorra en unos paneles que había, nos hicimos la foto con el Fuji detrás.... que sí, que el Fuji estaba detrás, pero no se dejó ver en la foto, y nos bajamos un poco plof.

Salimos en dirección al aeropuerto de Narita para devolver nuestro coche, al que le habíamos tomado tanto cariño. Para llegar al lugar, tan sólo había que poner: return home en el GPS y él solo te llevaba. No lo he dicho antes y me veo en la obligación de decirlo. El GPS te calcula el tiempo que tardas desde el punto A hasta el B teniendo en cuenta los atascos. Así que normalmente no se te va a ir de hora en el cálculo de hora de llegada aproximada. Es un crack. De hecho, en un momento de atasco calculó que llevábamos mucho tiempo parados y nos recomendó cambiar de ruta. Cambiamos de ruta y fue fenomenal. Pasamos por el centro de Tokyo y alucinamos más aun con las infraestructuras de carreteras. Había momentos en los que teníamos frente a nosotros hasta 10 carriles a diferentes alturas, y el GPS te explicaba claramente cómo proceder. Aunque estaba en inglés, sus instrucciones son muy básicas y comprensibles.

Al ir a devolver el coche, no nos perdonaron que quedara una raya del depósito para que estuviera lleno de gasolina y nos hicieron ir a poner gasolina. Nos cobraron el peaje y nos llevaron al aeropuerto. En 6 días de carretera y peajes, donde es imposible conducir por carreteras gratis, gastamos unos 27000 JPY, lo que vienen a ser unos 200€ de peaje. Esto dividido entre 4 es poco, pero para una persona sola es una ruina. Por eso digo que el coche compensa si sois dos o más.

Ya en la Terminal 1 de Narita, dejamos los maletones de Vicky en la consigna (70€ por 9 días cada maleta grande) y fuimos a la oficina del JR para canjear nuestra tarjeta por un pase de 7 días. Al mismo tiempo, aprovechamos para reservar asientos en los trayectos: Narita-Tokyo, Tokyo-Kyoto y Hiroshima-Tokyo. Como no sabíamos lo que nos iba a cundir en Kyoto ni a qué hora saldríamos, pensamos en reservar desde Kyoto los asientos. ¡¡¡¡Tremendo error!!!!! Planificadlo muy bien, especialmente si viajáis en las mismas fechas que nosotros.

Después de zanjar el asunto del JR, pasamos a hacer la siguiente cola en la oficina de al lado, la del Tokio Subway y Skyliner. Allí, compramos el billete de metro de 48h para Tokyo con un billete sólo ida de Skyliner, que sirve para ir de Narita a Tokyo o de Tokyo a Narita. Una de las estaciones donde para es Ueno, que es la estación de nuestro hotel en Tokyo. Así que nos venía estupendamente esta opción de tren rápido. No es necesario que tomes el Skyliner dentro de las 48h que utilices el metro. En realidad, puedes usarlo cuando te dé la gana. Y como salíamos de Ueno, debíamos canjearlo en Ueno (en la estación de Skyliner, a la que se accede siguiendo la salida 8 de la estación de metro / JR de Ueno –veréis también que dice “Keisei Line”-).

Después de arreglar los transportes, fuimos a un combini de la estación para comprar la comida del día, que haríamos en el tren y pusimos rumbo a Kyoto. Cogimos el Narita Express de las 3.14pm y llegamos a Kyoto a las 7.11pm. El hotel estaba muy cerca de la estación, a tan sólo 7 minutos. Pasamos por la Torre de Kyoto, salimos a la siguiente calle principal y, a un par de callecitas, estaba nuestro hotel: KARATACHI NANAJO AINOMAHI.

Me habían escrito unos días antes para decirme que, aunque la recepción estaba de 4-10pm, ese día estarían tan sólo hasta las 6pm, por lo que me dejaban las llaves e instrucciones en una caja que se abría con un código y un teléfono de emergencia. No hubo ningún problema. La caja se abrió y encontramos el pedazo de apartamento enseguida. ¡Qué apartamento tan chulo! Lo único que habían olvidado era nuestros enseres de cocina. Pusimos unas lavadoras y salimos a cenar.

Fuimos paseando a la zona de Pontocho y Gion, que es el Barrio de las Geishas. No vimos ninguna, seamos claros. Es muy difícil verlas, y más a las horas a las que nos asomábamos todos los días. Hay 2 kms desde el hotel hasta la zona de Pontocho, que está en la misma parte del río. Si se quiere seguir inspeccionando la zona, podéis cruzar el puente y dirigiros a Gion. Caminando se tarda una media hora, aunque se puede ir en autobús. De hecho, nosotros nos movimos con autobuses a partir del día siguiente, cuando tuvimos el mapa de los buses en nuestro poder y el smartphone del hotel.

Cómo no, no nos poníamos de acuerdo para cenar. Entramos en un lugar de gyozas, pero olía a fritanga que daba gusto. Luego vi un sitio de esos de palos con comida rebozada, ya sabéis: queso rebozado, pollo con queso, carne de gamba, pulpo, ... pero tampoco nos poníamos de acuerdo. Terminamos en un lugar especializado en atún, al lado del río, en la parte de Gion: Maguro Factory. Terminamos allí por azar aunque tiene muy buenas críticas en Trip Advisor. Yo me pedí un tartar de atún y Carlos se pidió la hamburguesa de atún, con tan mala suerte que no había. Acabó pidiendo la cola del atún, que estaba muy jugosa y tenía mucha carne pero parecía tan.... cola de atún, que daba miedo. He de decir que su plato estaba exquisito. Sin embargo, el mío tenía un sabor ahumado bastante cansino y fui incapaz de terminarlo. Pedimos postre y cerveza y la cena salió por 1750 JPY por persona. Lo más importante es que Carlos cenó bien y yo me nutrí de su plato también, porque mira que era grande (y delicioso). Por cierto, el aire acondicionado estaba puesto a tope. Estos japoneses no tienen ni idea del buen uso de estos aparatos.

Volvimos caminando al hotel y, de camino, compramos el desayuno del día siguiente. Esto ya era un clásico: yogurt, té para mí, zumo para Carlos y sandwiches.

DÍA 8: KYOTO

Como fui yo la encargada de mirar qué visitar en Kyoto, organicé un poco el planning por zonas. Avisé que ese día sería durito, y quien avisa... De hecho, ya lo había avisado unos días antes. Salimos exactamente a las 7h del hotel, ya que no dependíamos de que nadie nos sirviera el desayuno y había leído en varios blogs que la gente salía pronto para evitar la muchedumbre y el calor. Creo que hicimos lo correcto. Yo habría salido incluso antes, pero me da que todos me habrían matado.

Nos fuimos a la estación de autobuses y nos sacamos el pase de 48h y, si no recuerdo mal, nos costó 800 JPY. Cogimos un mapita de los buses que había encima de la máquina y cogimos el 101 a Kiyomizu-dera. A este templo van muchos autobuses. Con ese mapita no tenéis pérdida. Como adelanto, aquí tenéis el enlace en pdf para ir haciendo vuestro planning por adelantado: https://www2.city.kyoto.lg.jp/kotsu/webguide/en/comm/routemap.html

En el mapa se ve claramente cuál es la parada del templo y en el nombre de la parada tenéis todos los buses que pasan por allí. Podéis ver cuáles pasan por la estación de buses. Para que os hagáis una idea, la mayoría de los templos tienen paradas con el mismo nombre. Esta se llamaba Kiyomizu-michi. Las paradas van apareciendo en una pantalla dentro del bus en romaji para la entendáis. Y, a veces, te pone en paréntesis qué puedes visitar en cada parada. No tiene pérdida, hacedme caso.

Cuando bajamos del bus, decidimos seguir a la muchedumbre (que había bajado con nosotros). Pero llegó un punto en que iban más perdidos que una mona y sacamos el maps.me, sense pegues. Pasamos por una pagoda y seguimos camino arriba para adentrarnos en el bonito barrio de Higashiyama, que estaba muy tranquilo a esas horas de la mañana. Más arriba, cuando ya no podéis seguir subiendo, giráis a la izquierda. En esa calle podéis encontrar múltiples tiendas de souvenirs a muy buen precio. Kyoto es, definitivamente, un buen lugar para comprar recuerdos, mucho más barato que Tokyo. Aquí, en esta calle, fue donde descubrí otra guarradilla japonesa que me encanta: el anko, que es un dulce hecho de una pasta blanda rellena de judía dulce (el anko, vaya). Tiene forma triangular y se venden en cajitas. Tienen muestras en las tiendas de todos los colores y sabores. Y yo me puse que no veas.

Al final de la calle, te topas de frente con Kiyomizu-dera. Su nombre significa “templo del agua pura” y es Patrimonio de la Humanidad. Fue fundado a comienzos del periodo Heian, en el año 778, aunque lo que vemos hoy es de 1633. El templo toma su nombre de las cascadas que bajan de las colinas del mismo complejo.

El edificio principal, llamado Hondo, contiene numerosas columnas y un balcón. Existía el pensamiento de que si saltabas desde este balcón y sobrevivías, un deseo se te concedería. Debido a la extensa vegetación, esto parecía posible. No es que hoy se pueda apreciar el balcón. El edificio se está restaurando y del balcón hay poco que ver. Tampoco es posible apreciarlo desde otro sitio, ya que el edificio completo está tapado y al edificio de enfrente tampoco se puede acceder. El precio creo que es de 500 JPY, pero si no entráis no podréis acceder al resto de cosas. Así que, aunque estén restaurándolo, entrad igualmente.

De la cascada Otowa-no-taki caen 3 canales de agua. Beber de ellos te puede traer salud, longevidad y éxito en el amor o estudios. Aunque, ojo, no bebas de los tres, o serás tachado de avaricioso. No se puede tener todo en esta vida. Si veis que hay cola, no os preocupéis porque va muy rápida. Nosotros pasamos dos veces, de hecho, sin tratar de ser avariciosos, eh?? Seguimos paseando por los jardines, llegamos al extremo opuesto del templo y apreciamos las vistas: el Hondo tapado, vaya, así como Kyoto a los pies del templo.

Visitamos también aquí el Santuario Jisho, dedicado a la diosa del amor y, cómo no, preguntamos y preguntamos hasta que encontramos Zuigudo Hall, dedicado a la madre de Buda. Por 100 JPY, y previamente dejando tus zapatos en una bolsa, puedes ir caminando a oscuras, tan sólo con una cuerda de cuentas como guía hasta la piedra de Buda, que debes hacer girar en cualquier dirección y pedir un deseo. El camino simboliza el útero materno y el llegar a la piedra es como un renacer. La sensación de ir completamente a oscuras es muy confusa. A Carlos le dio un ataque de histeria, jajajaja.... porque aunque sólo tenía que seguir la cuerda, su cabeza empezó a imaginar que el techo bajaba, que había escaleras.... Sip, a lo Indiana Jones, claro claro. Aun me estoy riendo del numerito que montó, jajaja, que además iba casi el primero e iba frenando a todos los que venían detrás. Ahora, hablando en serio, ya veréis, la sensación es muy extraña y diría que es casi como un acto de fe.

Salimos del complejo para volver a coger el autobús más o menos donde habíamos bajado antes. Esta vez, íbamos a Ginkaku-ji, llamado el Pabellón de Plata. Se trata de un templo budista cuya entrada cuesta 300 JPY. Para llegar, hay que subir una cuesta llena de comercios. Os advierto que si os gusta comprar, llegaréis a pocos sitios, porque antes de llegar a muchos de los templos tenéis múltiples tiendas de recuerdos que os distraerán de hacer turismo.

Recibe este nombre por su similitud con el Pabellón de Oro, aunque no esté recubierto de plata. En un principio, servía como alojamiento y retiro del shogun pero, a su muerte, se convirtió en un templo budista. Enfrente, hay un jardín de arena blanca conocido como Mar de Arena Plateada, ubicado junto a un gran cono de arena, la Plataforma de Observación de la Luna. Ni el Hall Principal, o Hondo, ni el Togudo están abiertos al público. Hay un recorrido marcado para esta visita, que te permite caminar por todos los jardines del lugar. Es un remanso de paz con una sombra agradable en verano.

De vuelta a la calle comercial, Vicky nos presentó al pai shuu, un profiterol gigante relleno de diferentes cosas, como crema o judía dulce. Así que nos compramos una por pareja, para probarlo.... Esto sería sólo el principio... Abajo, nos topamos con el Camino de los Filósofos o Tetsugaku no michi. Este camino es especialmente recomendable en la época de la sakura, en primavera. Pero en verano también lo recomiendo por un motivo, su sombra y el sonido del agua, que dan un matiz refrescante a este paseo de poco más de 2 kms. Recibe este nombre debido a que uno de los mayores filósofos de Japón, Nishida Kitaro, solía practicar la meditación mientras recorría este camino todos los días. Y lo cierto es que el ambiente, la tranquilidad y los sonidos propios de la naturaleza invitan a ello. También vimos a un hombre haciendo “origamis”, barquitos en este caso, y animaba a los turistas a lanzarlos al río desde el puente para ver si caían de pie. El mío cayó de lado, pero fue el único que siguió navegando. He ahí mi moraleja del día, después de filosofear un rato: “No importan las adversidades. Lo importante es salir airoso y seguir adelante.” ¡¡Toma ya!!

Por el camino, vas encontrando distintos templos. Pero nosotros entramos en el último, llamado Eikando Zenri-ji. No sabíamos si estábamos haciendo bien en haber elegido ese. La verdad es que en Kyoto hay demasiados templos y todos tienen muy buena pinta. Pero claro, no se puede entrar en todos: ni el dinero se estira tanto ni hay tanto tiempo. Puedo decir que fue todo un acierto. El lugar es maravilloso, al igual que sus jardines. La entrada cuesta 600 JPY, pero en otoño, con el espectáculo de la naturaleza en su esplendor o “momiji”, cuesta 1000 JPY.

Se trata de un conjunto de templos budistas, famoso por el espectáculo que ofrece en otoño, como dije arriba. Un noble del periodo Heian donó el terreno a un pastor, que construyó un templo con el nombre de Zenri-ji, que significa “templo en una tranquila arboleda”. Durante el S XI, hubo un pastor muy popular llamado Eikan (de ahí el otro nombre del templo). Se dice que estaba caminando cuando la estatua del Amina Budha giró su cabeza para hablarle. Realmente, la historia es más larga y está contada en el templo en un inglés macarrónico. Así que poco recuerdo de la historia. El edificio principal está construido sobre la colina y comunica con el resto de edificios con pasarelas de madera. Se puede observar la figura del famoso buda en el Hall de Amida o Amidado.

Terminamos la visita subiendo a la pagoda, desde donde había unas magníficas vistas, y fuimos a buscar un sitio para comer. Mientras tanto, las chicas fueron a comprar agua y les pasó algo de lo más curioso: compraron una botella pequeña y, cuando pagaron, la mujer del restaurante se ofreció a llenarles la botella que llevaban vacía... mí no entender. En fin, sigamos.

Ya antes de entrar al templo, encontramos un restaurante con un cartel que decía algo así como: “no hay más restaurantes en los alrededores”. Así que buscamos la parada de bus más próxima, cogimos el único bus que pasaba por allí y, cuando pasamos por una calle transitada, paramos para buscar un sitio para comer. Esto fue nada más pasar Jingu-michi y girar a la derecha. Pasamos por delante de un mercado de pescado, que parecía estar cerrado y, un poco más adelante, vimos una especie de bistreau a lo japonés. Allí nos dieron una especie de pisto muy rico, por entrar y sentarnos. Luego pedimos pasta con calabacín, que vino acompañado de pan con aceite (¡!!) unas croquetas de gambas bastante grandes (que repetimos), ensalada y unas cervezas. Nos costó unos 2000 JPY por persona.

Después de comer, las chicas estaban ansiosas por comprar y Carlos y yo teníamos ganas cero. Vicky quería llevar regalitos a toda la familia después de un año fuera (normal). Así que optamos por separarnos y quedamos en juntarnos a las 4.40pm para ir juntos a la Ceremonia del Té, en Higashiyama. Ellas ya estarían por allí, porque pensaban comprar por ese barrio. Averiguamos dónde podían coger ellas el bus y, desafortunadamente, perdimos el nuestro. Nuestra intención era ir hasta un acueducto bastante famoso que habíamos visto en láminas y, honestamente, no sabíamos por dónde paraba pero nos empeñamos en llegar. Carlos insinuó ir andando hasta la siguiente parada pero en esa calle no había más paradas de bus. Tanto andar y no nos dimos cuenta de que el bus paraba en la perpendicular: Jingu-michi (que se reconoce fácilmente porque hay un tori enorme rojo y un templo más grande aún).

Conclusión: menuda caminata nos dimos hasta llegar a Nanzen-ji, el templo del acueducto. Se trata de otro complejo de templos budista, fundado por el emperador Kameyama en 1291. Realmente, es un recinto monástico donde se enseña la filosofía Zen.

La puerta SanMon tiene 22m de altura (es impresionante) y no es la original. Ésta fue construida en el S XVII. Se trata de una de las 3 puertas budistas de maderas más grandes de Japón. Es increíble. Se puede subir para apreciar las vistas desde arriba, pero visto el tiempo perdido por haber llegado caminando al templo desde el restaurante, ni nos lo planteamos. Intentando llegar al Templo de Nanzen-in, nos tropezamos con el famoso acueducto. Éste data del periodo Meiji (1868-1912) y forma parte de un sistema de canales que servía para transportar agua a Kyoto desde el lago Biwa. Después de disfrutar de esta bella construcción enclavada en un lugar precioso, el bosque de Higashiyama, (que en primavera y otoño deben suponer un espectáculo en sí mismos), entramos en el Templo de Nanzen-in. Su entrada cuesta 300 JPY y, aunque es un lugar pequeño, su jardín tiene mucho encanto. Este lugar albergaba las estancias del emperador, según he podido leer en algún lugar.

Como ya eran casi las 4pm, decidimos salir del templo, satisfechos por haber encontrado el acueducto, e intentar coger un bus que nos llevara al Barrio de Higashiyama. Pero fue casi misión imposible. Si a la ida no había parada de buses e íbamos por la misma calle, va a ser que a la vuelta no iban a salir de debajo de las piedras a esperarnos. Conseguimos encontrar un 100 o 101, no recuerdo y subimos a él. Paramos exactamente en el mismo lugar donde nos había dejado el bus de la mañana para ir a Kiyomizu-dera y justo subiendo la primera calle, nos encontramos a las chicas. Las dejamos seguir comprando un poco más mientras nosotros localizábamos el lugar de la ceremonia del té: Camelia Tea Experience y recorríamos todas las calles del barrio.

Este lugar, Camelia Tea Experience, viene recomendado en la Lonely Planet. No puedo comparar porque no he visto otra ceremonia, pero la chica explicaba muy despacito y muy bien. Me gustó mucho el detalle de que los grupos fueran poco numerosos. Seríamos como unas 10 personas. Nos separaron en dos grupos: uno de 6 y otro de 4 y nos pusieron en dos salones diferentes. Afuera, habían colgado el cartel de completo. De hecho, fueron unos turistas preguntando y les dijeron que para ese día no les quedaba más sitio.

Después de contarnos la importancia histórica, personal y social de la Ceremonia del Té, pasó a explicarnos los pasos que se seguían en su elaboración. Después nos habló de los dulces que se servían y de la importancia de lo que yo llamo: “mindfoodness”, dedicar todos tus sentidos a saborear las cosas por separado, aplicando todos tus sentidos. Por último, nos comentó cómo debíamos comportarnos en una ceremonia tal en caso de ser invitados y lo que debíamos llevar: un abanico para colocarlo enfrente nuestro a modo de respeto y marcar la distancia (este luego se retiraba), una servilleta de papel para colocar el dulce encima y un palito para cortar el dulce.

Para finalizar, degustamos el dulce primero y luego el té. Cada uno elegimos un bol y siguió contando el proceso a seguir para cogerlo, beber el té y dejarlo de forma respetuosa. Chic@s, casi un máster se necesita para hacerlo bien XD. Lo mejor es que los demás llevaban un rato diciendo que me lo iban a poner todo a mí en el bol, ya que parecía ser la única a la que le gustaba el té macha, tan amargo él. Pero cuando lo probaron, no le hicieron ascos y se lo bebieron todo.

Después de la Ceremonia, nos fuimos a casa. Carlos y yo hicimos una parada en Family Mart para comprar desayuno y las chicas siguieron comprando. Madre mía, eran “shopaholic” absolutas, jajajajaja. Ellas fueron buscando un “Daiso”, que es como una tienda de todo a 1 euro de aquí, y se ve que encontraron algo similar. Así que compraron bastantes cosas.

Más tarde, nos juntamos nuevamente para cenar. Habíamos visto el día anterior un bar de croquetas y se nos hacía a todos la boca agua pensando en ellas. Pero llegamos y descubrimos que estaba todo lleno (OMG). Por lo visto, para comer o cenar en Japón, especialmente en Kyoto, tienes que reservar con antelación en los sitios. Eso sucede por un problema de mala organización, y es que ellos sólo tienen un turno de comida y son incapaces de decirte cuánto tardará el cliente en dejar la mesa. Ellos te dicen: “no hay más sitio ni ahora ni luego”. Pero es mentira: si vas luego y el cliente anterior se fue, ya no tienen más reservas para esa mesa. No sé si me estoy explicando. Pero vaya, que si os pasa y el sitio os gusta, quedaros en la puerta el tiempo que haga falta y os acabarán atendiendo.

En la misma calle que el restaurante de las croquetas, Kawaramachi Dori, entramos en un lugar bastante americanizado, por lo menos en el nombre: Sugar Hill. No obstante, tenía comida japonesa y muy rica, cosa que me sorprendió gratamente. Todos pidieron pizza y yo, amante de la comida japonesa, pollo teriyaki, que ya sé que me lo hago yo en casa pero quería probar uno de verdad. Y oye, qué gran acierto: estaba riquísimo. También pedimos ensalada y cerveza. Salimos a 1500 JPY por persona. Después de la cena, nos fuimos a dormir, que al día siguiente teníamos más cosas para ver.

DÍA 9: KYOTO

Salimos a las 7 de la mañana y ya pegaba el sol que daba gusto. Ese día, la madre de Vicky prefirió quedarse en el hotel reponiendo fuerzas. Así que intentamos organizar el día de tal forma que pudiéramos estar cerca del hotel para la hora de comer. Salimos haciendo un transbordo de autobús en dirección al Templo de Kinkakuji o Pabellón Dorado (no hay pérdida, la parada tiene el mismo nombre que el templo). Yo hubiera preferido ir antes a otro templo que abría antes, pero finalmente se decidió así. Así que, cuando llegamos, nos tocó esperarnos media hora larga. Aquello parecían las rebajas. La gente se iba apiñando en la puerta cerrada del templo como si fueran a repartir billetes de 500€ de un momento a otro. A mí me recordó a un concierto de Shakira al que fui hace muchos años, y donde la gente se volvió loca y tiró las vallas abajo en plan avalancha.

La entrada cuesta 400 JPY y es uno de los templos más famosos de la ciudad, también Patrimonio de la Humanidad. Es un templo zen que está recubierto por pan de oro. Su nombre original es Rokouon-ji y fue primeramente construido en 1397 como villa de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu. Se convirtió en un templo Zen después de la muerte del shogun. Desde entonces, funciona como “shariden”, recinto donde se guardan las reliquias del buda.

Delante se encuentra el estanque llamado Espejo de Agua y refleja claramente el templo dorado dotándolo de una luz singular dependiendo de la hora a la que se visite. El templo se incendió varias veces y lo que vemos hoy es una reconstrucción de mediados del S XX. Como curiosidad, fue el nieto del shogun quien mandó construir el Pabellón de Plata o Ginkakuji.

Cuando terminamos la visita a todo el complejo (éste es más pequeño que otros), cogimos el bus donde lo habíamos dejado y fuimos a Ryoanji, también Patrimonio de la Humanidad. Este fue construido en el periodo Heian como residencia aristocrática y, posteriormente, convertido en templo budista Zen allá por el año 1450. Su entrada cuesta 500 JPY y me parece imperdible. Es uno de mis lugares favoritos en Kyoto. Nada más entrar, encontramos un precioso estanque con un santuario en medio. El lugar contiene un espacio amplio de jardines, que dan un poco de frescor a un día de verano.

Su mayor atracción es su Rock Garden. Se trata de un jardín zen seco, hecho de arena y rocas, colocadas de una cierta manera específica. En concreto, se trata de 15 rocas dispuestas sobre círculos de musgo rodeados de arena rastrillada. Se cree que fue construido en el S XV, pero no hay mucha documentación sobre ello. Mucho se ha discutido también sobre su significado, pero la persona que lo construyó no hizo ninguna mención de ello. Hasta el 2002, se creía que las rocas estaban dispuestas en forma de tigre cruzando un estanque. Pero luego se descubrió que, fijándose en la arena y no en las rocas, esta tenía la forma de un árbol. Lo que sí es cierto es que observar este jardín incita a la relajación. Dicen que es el árbol que vemos en nuestro subconsciente. Os contaré mi teoría, tanto rastrillo de arena es hipnótico y va a juego con los sonidos de la naturaleza. Pero vamos, que es mi teoría personal, sin más. Para acceder al jardín, hay que entrar por el Hojo, la antigua residencia del monje superior. Se accede descalzo.

Cuando terminamos, nos fuimos otra vez al centro de Kyoto por donde habíamos venido. Esta vez, fuimos a visitar el castillo Nijo-jo, Patrimonio de la Humanidad. Este castillo del periodo Edo es sencillamente espectacular y una visita obligada en Kyoto. La entrada cuesta 600 JPY y tenéis la posibilidad de alquilar la audioguía en inglés. No obstante, hay muchos carteles explicativos a lo largo de la exposición del castillo.

Fue construido en 1603 como residencia del primer shogun del periodo Edo, que comprende desde 1603 hasta 1867. El nombre del shogun era Tokugawa y sus descendientes también vivieron allí. En 1867, se abolió el shogunato (como expliqué anteriormente, le estaba robando demasiado poder al emperador) y fue utilizado como palacio imperial por un tiempo.

Al castillo se accede por la impresionante puerta Karamon, que da acceso directo al Palacio Ninomaru, donde se encontraban la residencia y las oficinas del shogun. Las salas están bellamente decoradas y hay representaciones de las diferentes reuniones que acontecían allí. Se ve claramente la distancia marcada entre el shogun y los visitantes. Todos ellos llevan un abanico que ponen delante de ellos. Si no hubiéramos ido a la ceremonia del té no nos habríamos enterado de que esto es una señal de distancia hacia el shogun para expresar su respeto por él. El suelo se llama “suelo de ruiseñor” y chirría con cada paso que damos. Esta es una medida de defensa contra visitas no deseadas, pues te avisa de su llegada.

Otros lugares que se pueden ver son el Jardín Ninomaru y el Palacio Honmaru. Éste último no se puede visitar. Los jardines que rodean el palacio Honmaru y Ninomaru ofrecen diversas especies de plantas y árboles. Por ejemplo, tiene más de 400 cerezos, lo que asegura un buen espectáculo durante la época de la sakura en primavera. También tiene muchos ciruelos, que florecen en febrero. Y los colores del gingko y arce son preciosos en otoño con el momiji o cambio de las hojas. Como véis, cualquier época es buena para visitar el castillo. En verano, todo está verde y frondoso. A mí me encantó. En su restaurante, nos pedimos nuestros ya tradicionales conitos de helados de leche: el de Carlos de leche sólo y el mío de té macha.

Aun era pronto (sobre la 1/1.30pm), así que decidimos acercarnos al Palacio Imperial antes de ir a comer. Éste fue residencia oficial del emperador hasta la restauración Meiji, cuando la residencia se trasladó a Tokyo. Ahora mismo, no reside nadie aunque los nuevos emperadores se siguen coronando aquí. La visita incluye sólo los exteriores (un vasto bosque a lo Hyde Park). Si se desean visitar los interiores, se debe reservar la visita con antelación, poniéndose en contacto con ellos aquí: http://sankan.kunaicho.go.jp/english/order/order_simple_flow.html Así que dimos una vuelta por fuera, siendo imposible observar nada del interior pues todas las puertas estaban cerradas, y volvimos al hotel para buscar a la madre de Vicky.

Para cuando llegamos al hotel, ya era súper tarde y nuestro buen propósito de comer pronto, cenar pronto y acostarnos pronto se iba al traste una vez más. Fuimos a un lugar cercano a la estación que tenía buena pinta después de parar en algún sitio más que no nos terminaba de convencer (para variar, imposible ponerse de acuerdo). Entramos decididos y felices y nos recibió un hombre que nos dijo que estaba cerrado. Entendimos que el lugar ya había cerrado para las comidas y hasta las cenas no abría.... pero noooooo, y eso lo descubrimos dos días más tarde. Es que estos japoneses son muuuuy raros. Y ganas de hacer caja tienen pocas. Ya explicaré más adelante lo que sucedía realmente. Fuimos a la estación, ya que había leído que por allí se comía muy bien y, llamadnos tontos, pero no encontramos ningún sitio para comer. Y es que resulta que están apartados en un subterráneo de la estación. Justo ocupa el espacio de la estación de autobuses y se llama Porta Dining.

Accedimos a este espacio y no veas para elegir sitio para comer. Telita. Fuera de los restaurantes, tenéis toda la comida plastificada para que veáis cómo son los platos. Cuando convinimos un sitio, entramos. El sitio, Wired Cafe, no es que fuera de comida japonesa a tope tope. De hecho, era más de caldos, pastas y ensaladas. En teoría, pretendía hacer una fusión de comida mexicana.... pero va a ser que no. Me pedí toda entusiasmada una crema de almejas con una ensalada. Y menudo chasco cuando vi que la crema tenía setas y yo no puedo comerlas :( En fin, el sitio bien sin más, para salir del paso. Nos costó 1200 JPY por persona.

Cuando terminamos de comer, hicimos camino a Nishiki Market, que tiene su origen en el S XIV. Cogimos un bus que nos dejara en Kawaramachi Dori, a la altura de Shijo Dori (zona de Pontocho). Es un mercado que tiene todo lo que puedas imaginar culinariamente hablando, y no sólo productos para cocinar sino también para comer in situ. Ocupa una longitud de cinco manzanas (390 metros) siguiendo una calle cubierta, paralela a Shijodori (donde están situados los principales centros comerciales y grandes almacenes), entre las calles Teramachi y Takakura. En total son más de un centenar de tiendas, en muchas de las cuales es posible probar algunos de los productos que ofrecen.

En las galerías cubiertas circundantes al mercado, se pueden encontrar tiendas de todo tipo. Si deseas comprar zapatillas o ropa de deporte a buen precio, este es tu sitio. Si queréis souvenirs, como calcetines extraños, kit kats de sabores exóticos, pañuelos de seda, yukatas, abanicos, palillos, etc etc etc... pues este también es tu sitio. Y si eres, como yo, una freak del manga pues, como no: éste también es tu sitio. En cuanto a precios de souvenirs, puedo decir que es dónde más baratos los he visto. Y en cuanto a las figuras de manga, puedo dar fe que no las he visto más baratas en Tokyo. En todo caso: el mismo o inferior precio. Si buscas bien, puedes encontrar gangas. Hay tiendas en pisos superiores dentro de las galerías con escaleras angostas y te puedes llevar gratas sorpresas cuando entras en las diminutas tiendas. Yo conseguí comprar diferentes calcetines de “Bola de Dragón”, los Minions, etc... y mi adorable “Sailor Moon” (y cómo me alegro, porque no la he visto más barata).

Después de un paseo por el paraíso de las compras.... si esto era un paraíso para mí, imaginad para el resto, decidimos dar un paseo por Pontocho. Realmente, teníamos una idea en mente: el primer día habíamos visto cenar a gente en las terrazas mirando al río. Y nosotros queríamos lo mismo. Bueno, Carlos estaba en plan cenizo y dijo que no seríamos capaces de lograrlo. Total, que fuimos disfrutando el barrio, sus pequeños locales, la parte baja del río (a la que se accedía bajando unas escaleras), su ambiente (me encanta) y, a las 7pm, comenzamos a buscar sitio para cenar dado nuestro historial.

Primero, entramos a un italiano al que le habíamos echado el ojo el primer día. Y estaba lleno. Luego fuimos a otro cuya carta no tenía mala pinta. Y estaba lleno. En todas partes nos decían que teníamos que haber reservado, así que imaginad nuestras caras. Cuando preguntábamos si también estarían llenos más tarde, nos explicaron que sólo tenían un turno. Y ahí fue donde comencé a entender que, si nos lo proponíamos, cenaríamos donde quisiéramos. Pero, por si acaso, seguimos buscando. Desistimos de buscar en los locales que miraban al río y comenzamos a buscar en los locales de dentro. Pero claro, es que un local típico japonés es como mi baño de grande, así que imaginad las posibilidades que teníamos de cenar en esos lugares.

Ya hartos y tirando a casi las 9pm, le pedí a Carlos que fuera esta vez él a preguntar a los mismos lugares en los que habíamos estado antes, más que nada porque a Vicky y a mí ya nos conocían. Y fue así como proyectamos (la proyección es muy útil) y conseguimos sitio en uno de los lugares a los que les habíamos echado el ojo desde un principio.

El restaurante se llamaba Aisani y conseguimos sitio en primera fila de la terraza. Se puede degustar pescado, salchichas japonesas, gambas, etc... Yo no tenía mucha hambre porque habíamos comido muy tarde pero he de reconocer que la comida estaba muy buena. Pagando el cubierto, que te da derecho a un entrante, y son 350 JPY, más la cena y la cerveza, salimos a unos 2200 JPY. No está mal para el lugar dónde estábamos. Yo aun pensé que nos saldría más caro. Después de cenar, cogimos el bus y nos fuimos a casa. Nos dejó justo en la esquina y aprovechamos para comprar el desayuno en el combini de turno.

DÍA 10: KYOTO-NARA-KYOTO (2h i/v)

KYOTO-FUSHIMI INARI-KYOTO (20 min i/v)

Este día salimos a las 7am otra vez y repito: menudo calor que hacía. Habíamos decidido que iríamos a Nara directamente y que visitaríamos Fushimi Inari al atardecer, ya que dicen que hay menos gente. Así que cogimos la línea JR de Nara y en una hora llegamos al lugar. Es la última parada, así que no os preocupéis. Allí mismo tenéis una Tourist Info con mapas del lugar. También está la oficina del JR. Habiendo visitado ya la mayoría de lugares que teníamos anotados como imprescindibles, decidimos la hora a la que queríamos sacar el billete a Hiroshima al día siguiente. Así que nos dirigimos a la oficina JR para pillar los asientos. Lamentablemente, nos explicaron que eran las vacaciones japonesas y no quedaba asiento libre en ningún tren dirección a Hiroshima. Casi nos da un parraque. Nos explicaron que podíamos viajar sin asiento reservado en los vagones 1-3 de cada tren. Pero claro, no sabíamos si cuando llegaran a Kyoto tendrían asiento libre o qué. Así que nada, menuda aventura nos esperaba al día siguiente.

Salimos afuera para comenzar el ascenso hacia Nara Park. Es una calle comercial toda de subida y bastante larga. Todo el complejo de templos de Nara es Patrimonio de la Humanidad. La ciudad de Nara, de hecho, fue capital de Japón durante el periodo Nara (710-784). Calculamos como 25 minutos hasta Kofuku-ji, a un ritmo no demasiado rápido, eso sí. A un ritmo normal, serían 15 minutos. Este templo tiene la segunda pagoda más alta de Japón, con 5 pisos. La más alta está en el templo Toji, de Kyoto. Se trata de una reconstrucción de 1426. Y es a partir de aquí que empezamos a ver a las estrellas del parque: los ciervos. Los hay de todos los tamaños y con todos los genios pero, sobretodo, los hay con mucha hambre. Vicky se volvía loca, jajajaja. De repente, la dejamos atrás y, cuando nos dimos cuenta, estaba comprando galletas para ciervos. Con lo que no contaba ella es con que se le tiraran encima los ciervos, nerviosos por comer. Tengo un par de vídeos que... jajajaja.

Después de darle de comer a los ciervos y pararnos a hacernos fotos (como si fueran los últimos del planeta), conseguimos llegar a la Puerta de Nandai-mon, que data de 1199. Podría decir que era casi tan impresionante como la Puerta de SanMon, en Nanzen-ji, pero esta sólo tenía 20m de altura y, a pesar de diferir dos metros, se notaba que la otra era más impresionante. Esta puerta está custodiada por dos guardianes Nio, algo muy común en este tipo de templos.

Aquí había una acumulación exagerada de ciervos. Se dice que son emisarios de los dioses en la creencia sintoísta. Yo no sé si son emisarios, pero hambre tenían un rato. Aquí vivimos una anécdota divertidísima. Una chica japonesa había comprado galletitas, que van envueltas en un lacito monísimo, y los ciervos literalmente se le abalanzaron. A ella no se le ocurrió darles de comer, no. A ella se le ocurrió levantar la mano de las galletas lo más arriba que pudo y ponerse a gritar como una posesa. Claro, los ciervos todavía se enrabietaban más de ver las galletas y no poderlas comer. Pero es que encima se autoencerró en una pared de la puerta y los ciervos se le tiraron encima. A mí me salían las lágrimas con lo que estaba viendo. Lo siento, quizás soy mala. Bueno, qué narices: no soy mala. Fui la única que le hizo gestos para que le diera las puñeteras galletas. Le señalé la mano e hice el gesto de dar de comer galletas. Al final lo pilló (y la gente no viaja porque no sabe inglés... vaya tontería, si el lenguaje de gestos es el mejor del mundo mundial) y les dio de comer, pero por el camino se llevó unos cuantos mordiscos en el culo, jajajajaja.

Nada, después de este incidente, entramos al Templo Todaiji, que cobija al buda más grande de Japón. Pagamos la entrada al Salón del Gran Buda o Daibutsuden. Cuesta 600 JPY. Se trata del edificio de madera más grande del mundo, que no el más alto. Y es que lo que se guarda en su interior es de gran envergadura. El Gran Buda sentado mide 15m de alto y pesa 437 toneladas (en bronce), comparados con los 13.35m de alto y las 93 toneladas del Buda de Kamakura. Ahí queda eso. Lo cierto es que es impresionante, te entra tortícolis de mirarlo. ¡¡Sus ojos sólo miden un metro!! Está flanqueado por dos Bodhisattvas. La escultura que vemos actualmente data del S VIII, y se dice que anteriormente era más grande todavía. De hecho, hay varias reconstrucciones a escala del Daibutsuden, y se puede ver lo grande que fue el edificio en su origen.

Pero si pensáis que esto es llamativo, el atractivo del lugar es el pilar con un agujero del tamaño de una fosa nasal del buda (50 cm), llamada la columna de la felicidad. Y es que quien la atraviese, gozará de eterna felicidad. Todos hacemos cola para intentar pasar por ahí. Bueno, todos todos no, que una tiene sus carnecillas y es realista. Y feliz, eh? Pero es muy divertido ver a la gente intentando pasar. Casi convencimos a Vicky de que lo hiciera. Habría pasado, estoy segura.

Al salir del Daibutsuden, nos dirigimos a otra serie de templos a la derecha. Era una subida con unas escaleras y la madre de Vicky decidió esperarnos “por allí”, donde había un estanque agradable y ciervos con los que pasar el rato. Subimos nosotros hasta Sangatsu-do y luego recorrimos el camino hasta Nigatsu-do, donde había unas vistas bastante interesantes del lugar. Bajamos por otro camino hasta llegar a Nenbutsu-do y, lo que yo llamo, el campanón (Shoro). El campanón es la mayor campana de Japón, con 3.87m de altura y 3.71m de diametro, y fue construida en el año 752. Después de unas fotos jocosas allí, le dejamos el hueco al siguiente turista, jijijiji. No debe de ser muy conocida, porque estábamos prácticamente solos (echamos a un turista y el siguiente turista nos echó a nosotros, nadie más por allí).

Bajamos de nuevo a buscar a la madre de Vicky pero su concepto de “por allí” es un poco distinto al nuestro. Después de buscarla y plantearnos si se la había comido un ciervo (esto ya es coña), la encontramos sentada tranquilamente en la Puerta de Nandai-mon. Menudo susto nos habíamos dado porque no la encontrábamos por ningua tarde. La recogimos y proseguimos nuestro camino hacia afuera del parque. Vimos un bus y decidimos cogerlo para que nos dejara cerca de la estación de JR. Como en la calle comercial habíamos visto un Saizeriya, entramos allí a comer. Hay que reconocer que a rapidez y eficacia no hay quien los gane. Nos pedimos una cremita de maíz, un par de pizzas y una focaccia dulce con canela y helado, ésta última recomendación de Vicky que, como ya dije anteriormente, se conoce todas las cochinadas dulces de Japón. Como la otra vez, nos salió muy barato: tan sólo unos 1000 JPY por persona.

Nos fuimos al hotel directos y resueltos a poner lavadoras y descansar y, a las 4.30pm, nos pusimos en marcha otra vez. Esta vez íbamos a visitar Fushimi Inari, o el templo de los toris, como lo llamamos muchos. Creo recordar que era la 3ª parada de JR de la línea Nara, pero bueno, lo miráis en el cuadro de las paradas que hay dentro del tren. Se tardan unos 10 minutos y el templo se halla nada más bajar del JR. Cuando vimos el primer tori, el de la Puerta Romon, (el de la entrada al templo) ya empezamos a estar espitosas Vicky y yo. Teníamos muchas ganas de conocer este templo que ya habíamos visto en la película “Memorias de una Geisha”.

Este santuario es uno de los más antiguos de Japón (S VIII), es gratuito y está abierto las 24h del día. La ventaja de visitarlo tan tarde (entre que llegamos y todo eran las 5.20h y a las 6-6.30 ya empieza a atardecer) es que hay menos gente. No me quiero ni imaginar como estará por las mañanas. La desventaja de visitarlo tan tarde es que los mosquitos nos comieron vivos a Carlos y a mí. Hicimos una competición a ver quién tenía más picadas en las piernas. Me ganó Carlos, con unas 20. Yo creo que me conté sólo 15 o así.

El templo, como indica su nombre, está dedicado al dios Inari, dios del arroz y patrón de los comerciantes. Lo que lo hace peculiar es la cantidad de toris que hay en sus 4 kms de camino, y es que estos toris son donados por los comerciantes que desean prosperidad en sus negocios o que la han conseguido ya. Encontraréis, de vez en cuando, la figura de un zorro. El zorro es el mensajero del dios Inari. A menudo, lleva una llave en la boca, que simboliza el lugar donde se guarda el arroz (o la riqueza).

Nada más entrar, se accede al salón principal o Honden. Cuando se han visto el Honden y sus edificios circundantes, se llega al Camino de las Mil Puertas o Senbon Torii. Todas estas puertas han sido donadas desde el periodo Edo (1603-1868). Yo habría llegado arriba pero los demás estaban siendo atacados por los mosquitos y se negaron a seguir ascendiendo. Y es que mientras más arriba, más agresivos estaban los mosquitos. Así que caminamos un largo trecho pero no hasta arriba. No os quedéis con las ganas: subid, pero con paciencia (y antimosquitos). Total, habéis cruzado medio mundo para ir a Japón. Hacedlo todo y más.

De bajada, hicimos nuestras fotos modo salto y nos pusimos a bailar danza oriental en los toris y a grabarnos en vídeo. La gente nos aplaudía. Claro, la gente aplaudía más a Vicky, que para eso es la que se dedica a esto de forma profesional. Al fin y al cabo, yo sólo soy profesora de inglés, jajaja. Total, que yo comenté la posibilidad de pasar la gorra a ver si cenábamos gratis pero me tomaron a coña.... no sé por qué, con lo seria que soy siempre.

A la vuelta, cogimos un bus y fuimos a pasear por el Barrio de las Geishas o Barrio de Gion. Pero nada, que nos íbamos a ir de allí sin ver a ninguna, ni siquiera una triste “maiko” (aprendiz de geisha). Paseamos por sus calles. De día, tal vez, habría sido muy bonito pasear pero bueno, ya era de noche y qué le íbamos a hacer. Nos dimos cuenta de que abundaban los bares típicos, donde sólo caben 4 personas y ya. Así que encontrar sitio era bastante difícil. Ya de normal lo era para nosotros debido a nuestras peculiaridades personales.

Encontramos un izakaya”, que no es otra cosa que la taberna típica donde van los japoneses cuando terminan de currar. También son sitios pequeños, pero igual cabe más gente. Los hay un pelín más grandes. Son sitios bastante ruidosos porque a estos japoneses les gusta evadirse de la realidad con la ingesta de alcohol. Muy triste debe de ser su vida si necesitan salir todos los días a emborracharse. Dejando de lado este asunto, que no es trivial para nada, explico que un izakaya es como un bar de tapas, donde todo se pide para compartir. Y lo que no falta nunca en la carta es alcohol, por cierto.

Allí eran un poco estúpidos y muy japoneses. El chef nos decía NO a cualquier cosa que preguntábamos y la camarera incluso nos llegó a girar la cara... no recuerdo ahora por qué. Sé que era una pregunta que le hicimos. En fin, comimos muy bien y bueno, bonito y barato. Pedimos: edamame de entrante, sushi variadito (eso yo, naturalmente), calamares, yakisoba y no recuerdo si pedimos también tonkatsu. El caso es que nos costaría unos 1300 JPY por persona con cerveza incluida y salimos rodando. Los nigiris que pedí se pedían por piezas y los había desde 90 JPY hasta 150 JPY, para que os hagáis una idea (menos de 1€!!!). Más felices que unas perdices después de un día bien aprovechado, nos fuimos a dormir.

DÍA 11: KYOTO-HIROSHIMA (2h)

Este día nos permitimos levantarnos un pelín más tarde. Así que a las 7.30 salíamos del hotel en dirección a la estación de Kyoto para coger la línea Sagano de JR. Esta vez, y siguiendo los pasos de “Memorias de una Geisha”, iríamos al Bosque de Bambú de Arashiyama. La parada es Saga-Arashiyama. Pero no recomiendo parar aquí, sino en Kameoka Torokko Station, para coger el tren escénico. Está una o dos paradas después de Arashiyama.

El JR se había quedado prácticamente vacío en Arashiyama, y el resto de personas bajamos en esta parada. No sabíamos exactamente qué parada era, pero en la misma parada hay un cartel que pone Sagano Romantic Train, así que bajamos a toda leche cuando nuestro cerebro hizo la conexión. Llegamos a esta estación un poco antes de las 9am. Al salir, hay que ir a la izquierda y pasar por debajo de las vías del JR. Luego hay que seguir el sendero paralelo a los arrozales hasta llegar a la estación. El primer tren en dirección Arashiyama salía sobre las 9.30am. Sacamos el billete, que costó 620 JPY, y nos dedicamos cada uno a lo nuestro: las chicas a comprar, Carlos a ver precios de comida y yo a hacer fotos. Cada loco con su tema XD.

Nos tocó el primer vagón, que era sin ventanas, y simulaba ser muy antiguo, así que genial para las fotos, además de que se estaba de maravilla con el fresquiito colándose. Se veía también el suelo, por lo que cada vez que pasábamos por un puente, se veía el río al fondo. Además, el hombre que nos vendió el billete se portó súper bien porque nos dio la parte del vagón que iba mayormente al lado del río. Recomiendo este tren porque va paralelo al río y el paisaje es muy bonito.

Cuando llegamos a Arashiyama, fuimos hacia la izquierda, a ver el famoso Bosque de Bambú de Arashiyama. No voy a decir que me impresionó, porque ya había visto otros antes, como el de Penglipuran, en Bali. Me pareció uno más. Sé que hay gente que piensa que va a poder caminar entre los bambúes y todo eso, pero yo ya sabía que los árboles crecen muy juntos y eso es imposible. Así que todo lo que hicimos fue pasear por el sendero artificial que había en medio y, enseguida, dejamos atrás el bosque. Puedo decir que verlo desde arriba impresiona, porque hace la ilusión óptica de que el camino se cierra por el cúmulo de bambú. Pero una vez comienzas a bajar el camino, te das cuenta de que sólo es una ilusión óptica.

De bajada, entramos en alguna propiedad privada para hacernos fotos entre bambúes. Y bajando bajando, llegamos a la calle comercial principal, que lleva directa al río. Después de darnos una vuelta por allí, ver el río, cruzar el puente, ver el bonito embarcadero de barcas, etc... nos fuimos de vuelta al JR para poder comer pronto e intentar coger un tren a Hiroshima porque, recordemos, que no teníamos el asiento reservado. De camino, me compré una cajita de anko, que es la masa que mencioné en algún momento con judía dulce por dentro.

Cuando llegamos a Kyoto, comenzó nuestra cruz: encontrar un sitio para comer. Primero, fuimos a un sitio que habíamos visto días atrás cerca de la estación. Días atrás, habíamos ido a las 3pm y ese día eran como las 12.30pm. Pensábamos que, siendo tan temprano, nos darían de comer esta vez. Pero noooo.... he ahí que nos dijeron que abrían a las 4pm, para el servicio de cenas. Será melón el tío.... ¿no nos pudo avisar el día anterior que si esperábamos media hora más nos daba de comer? ¿Será melón el tío?

Total, que fuimos buscando y nada, imposible coincidir en gustos: sushi no, sólo verdura no, sólo carne no.... Yo me habría tirado de los pelos. Encontramos un sitio que nos hizo gozo a todos pero habían cambiado el acceso de entrada por obras. Estuvimos un buen rato buscando el acceso de entrada y nada. Un buen japonés nos acompañó y... resultó que sólo abría para cenas. ¡La leche! ¡Qué complejo era todo! Al final acabamos en el Wired Cafe del Porta Dining... con lo que me había gustado la última vez que fuimos... Y nos costó 1700 JPY.

Terminamos de comer, fuimos al hotel a por nuestras maletas y comenzamos la aventura para llegar a Hiroshima. Esta ciudad siempre permanecerá en nuestros corazones, ya no tanto por lo que nos costó llegar sino por lo que nos costaría salir. En fin, prosigo. Teníamos varias opciones para ir a una estación de transbordo donde cogeríamos el tren a Hiroshima. Hice mis cálculos y pensé que tendríamos más opción de encontrar el tren más vacío (lo que hace la ignorancia) si íbamos a una estación anterior. Subir al primer tren fue fácil. Conseguimos sentarnos y todo.... y eso que en los trenes anteriores hubo gente que se quedó fuera. De hecho, nos fuimos al primer vagón porque vimos que allí siempre había menos gente.

Para ir a Hiroshima, puedes hacer transbordo en Shin-Osaka y en Shin-Kobe. Nos dimos cuenta que el mismo tren pasaba por las dos estaciones y llegaban a la misma hora a Hiroshima, por lo que el tren era el mismo. Y nos dimos cuenta de que pasaba antes por Shin-Osaka. Así que allá fuimos con la esperanza de encontrar sitio en el primer tren. Por cierto, cómo iban los trenes de japoneses. Se ve que cogieron las vacaciones con ganas. En el tren de Shin-Osaka a Hiroshima, encontramos más japos que en ningún otro lado. Resulta que muchos hacen turismo en Fukuoka.

Me fui corriendo a hacer cola para entrar en los vagones sin reserva de asiento mientras los demás llevaban las maletas. Cuando estaba la primera en la cola del vagón 1, vino un señor a decirme que habían cambiado la ubicación de los vagones.... Cuando llegamos al sitio, nos dijeron que ese tren no iba a Hiroshima, que era el de enfrente. Carlos se fue enfrente a preguntar y le dijeron que no, que era el de enfrente. Para fliparlo. Le dije que hiciéramos caso al primer hombre y nos quedáramos allí. Oye, es muy fuerte que ni los empleados ni los propios japoneses que habían cogido el tren supieran si paraba o no en Hiroshima. Y es que yo no tenía anotados los números de tren, y en la pantalla no aparecía!!!!

Íbamos en el precioso tren rápido, Shinkansen Sakura, como sardinas en lata. Imposible moverse. Nos quedaban dos horas por delante y aquello no tenía pinta de vaciarse. Por fin decidí que me iba a sentar en el suelo, y Vicky me acompañó. Carlos se decidió y hasta pusimos la maleta de acolchador. Empezamos a sentirnos cómodos en esta postura (unos más que otros) y nos descalzamos. Los japoneses nos miraban raro y no sé por qué. Seguro que en el avión hacen lo mismo. Ya casi al final del viaje, se quedaron libres asientos para pudiéramos viajar más cómodamente.

Después de viajar apelmazados, salimos en masa del tren a nuestra llegada a Hiroshima. Allí, buscamos la parada del tranvía que nos llevaría a nuestro hotel, el HOKKE CLUB HIROSHIMA. Nos apiñamos todos en la estación del tranvía y, mientras esperábamos, aprovechamos para comprar el bono de un día, el One-Day Streetcar Pass, que utilizaríamos para movernos al día siguiente por la ciudad. A nosotros nos salía rentable porque teníamos que coger tranvía para volver al hotel, coger maletas y coger tranvía de nuevo para ir al siguiente hotel. Como ya dije, en Hiroshima teníamos dos noches y dos hoteles. Si no, tenéis la opción de moveros por el centro a pie (se puede perfectamente si no te cansas de andar fácilmente) y luego puedes ir a coger un JR para ir a Miyajima. No era nuestro caso por lo de andar ágilmente y por los viajes a los hoteles. Por este cúmulo de cosas, nos salió bien la jugada del pase del día.

Llegamos al hotel, hicimos el check in y las chicas se fueron a comprar. Lo cierto es que era ya la hora de la cena prácticamente. Así que me encomendé a Shiva para encontrar un lugar para cenar. Mientras las chicas compraban, Carlos y yo disfrutamos del sento. Yo lo pasé estupendamente, completamente sola y a mis anchas en el pedazo piscina que tenía para mí. Carlos tuvo su primera experiencia a lo typical Spanish en el sento. Cuando salió, le habían robado sus zapatillas, esas que te da el hotel para que andes a tus anchas por allí. Así que me tocó bajar a recepción a pedirles un par porque mi niño iba descalzo por el mundo. Quién lo iba a decir, que nos iban a pasar estas cosas en Japón.

Nos duchamos y salimos a cenar. Y ahí empezaba nuestra tortura un día más, jajajaja. Un sector hablaba de ir a un americano a comer hamburguesa y ensalada.... y yo, fiel a la cocina japonesa, hice fuerza por seguir buscando algo más típico... hasta que nos topamos con .... Okonomi-mura. Debo decir que fue una suerte estar alojados justo en el centro de la ciudad, porque así las oportunidades de encontrar restaurantes y ambiente eran mucho mayores. Okonomi-mura son una serie de stands que ocupan varios pisos de un edificio. En cada stand hay una plancha, la gente se sienta alrededor, están regentados por abuelitos encantadores de cocina de toda la vida y te cocinan lo típico: el okonomiyaki. Es la versión japonesa de la pizza y no se parecen en nada al mismo tiempo. Pero le puedes poner toooodo lo que te dé la gana. Lo que sí lleva es una masa tipo crepe debajo del todo, generalmente noodles y col, una especie de salsa barbacoa, alga nori rallada por encima y, si gustas, huevo. Y de ahí ya le añades lo que quieras: bacon, cerdo (para ellos, no es lo mismo), calamares, ostras, cebollino.... Comimos tan rebien que repetimos y todo. Ahora, que lo estaban cerrando cuando llegamos y no quedaban muchos stands para elegir. Y serían las 9 o 9.30pm. Así que cuidado con las horas de comida. Nos costó unos 1400 JPY. Cuando acabamos, nos fuimos a dormir... o al sento, según quién, jejeje.

DÍA 12: HIROSHIMA-MIYAJIMA-HIROSHIMA (2.45h i/v)

Después de desayunar en la mini habitación (encontrar sitio era difícil), nos fuimos en tranvía a ver el Atomic Bomb Dome o Genbaku Dome. Este es el único edificio que se ha conservado en pie tras el fatídico día de la explosión de la bomba en Hiroshima. Casi todo quedó desolado ese 6 de Agosto de 1945, pero varios edificios quedaron con sus estructuras en pie al hallarse cerca del epicentro. El resto fue destruido para reconstruir la ciudad, pero a éste lo dejaron en pie como recordatorio de lo sucedido y de las personas que murieron (70000 personas murieron instantáneamente y otras 70000 murieron bajo los efectos fatídicos de la radiación días, semanas o años después). La visita a Hiroshima me pareció muy emotiva. Estoy escribiendo esto y me estoy emocionando. Nadie queda inmune tras la visita a esta ciudad. Es una pena que se siga invirtiendo dinero en bombas mortíferas, en guerras crueles, en armas que tal vez manejen niños...

Cruzamos uno de los puentes para ir al Parque Conmemorativo de la Paz (Peace Memorial Park). Allí hay diversos lugares para visitar y tener en cuenta: el cenotafio con los nombres de las personas que murieron, la Llama de la Paz, que seguirá ardiendo hasta que dejen de existir bombas atómicas, el Monumento a la Paz de los Niños, en honor a Sadako Sasaki, que murió de leucemia mientras hacía “origamis” –grullas de papel-, y a otros niños que también murieron (es por eso que el lugar está lleno de origamis), la Campana de la Paz, el Monte Conmemorativo de la Bomba Atómica, lugar dónde se pusieron las cenizas de los cuerpos en su día y, para finalizar, el Museo Conmemorativo de la Paz.

Ir al museo o no ir, esa es la cuestión. Yo recomiendo ir. Hay quien dice que es morboso y tétrico, pero yo he aprendido muchos datos históricos y de los efectos de las bombas hidráulicas y quienes las están financiando. A la entrada, hay fotos con el Hiroshima de antes del 6 de Agosto y el de los días posteriores. También, hay una proyección que hace una reconstrucción de lo que sucedió ese día a las 8.15am. (fijaos que la bomba estalló a 600m de altura, con lo que podría haber hecho mucho más daño todavía). Además, hay vídeos con testimonios de personas que vivieron el terror de ese día. Cuando piensas que tu vida puede tener una tragedia, te hace completamente consciente al instante de cuán afortunado eres, de qué bien que hemos vivido en esta época de la historia y en este país que nos ha tocado. Así que es muy interesante, sí. Si no os sentís con fuerzas de ver objetos o fotos de personas del día X, podéis no verlas, pues están en sala. La entrada tan sólo cuesta 200 JPY.

Después de ver el museo y salir un poco tocados, nos fuimos al hotel para hacer el traslado de maletas. Por el camino, pasamos por un templo cuyo cartel decía que hasta allí llegaba el agua antiguamente y un parque cuyo nombre no sé porque estaba en japonés, pero tenía unas piedras dispuestas de un modo extraño. Recogimos las maletas y solicitamos un número de taxis al recepcionista. Le explicamos como pudimos nuestro problema para el día siguiente: que teníamos un billete de tren muy pronto en la mañana, que habíamos solicitado un taxi al hotel cápsula pero nos dijeron que no, que necesitábamos un taxi urgente para el día siguiente... El chico nos dio un número pero nos dijo que no íbamos a poder llamar desde nuestro móvil, y llamó él mismo. En teoría, teníamos reservado un taxi desde el hotel cápsula hasta la estación para las 5.30am.

Nos fuimos un poco más tranquilos hacia el tranvía, en dirección al SEJOUR INN CAPSULE. Cuando llegamos, encontramos una puerta de cristal a la que se accedía mediante un código... nuestra cara de póker era absoluta. Justo al lado, había un párking-lavandería ¿?¿? Allí preguntamos por el hotel y dentro del párking-lavandería había un ascensor ¿?¿? y nos dijeron que subiéramos al 2º piso ¿?¿? Allí estaba la recepción del hotel, efectivamente, pero no había NI DIOS. Vimos un montón de maletas allí arreu y ya está. Bajamos abajo y tratamos de explicar que no había nadie. Llamaron a alguien por teléfono y luego nos dijeron que hasta las 4pm no acudiría nadie, porque el check in era a las 4pm. Pero vamos a ver, si yo dejé dicho que dejaríamos las maletas, ¿por qué no había NADIE en el hotel? Alucinante. Así que la encargada de la lavandería nos dio a entender con señas que le dejáramos las maletas a ella. Flipante. Sacamos todo lo de valor (realmente estos japos no roban, tranquilos) y nos fuimos a coger el tranvía que nos llevaría a Miyajima.

Ciertamente, el tranvía a Miyajima es mucho más lento que el JR, pero así terminábamos de amortizar el pase de un día y veíamos paisaje. Bueno, y Vicky dormía (XD). Me hizo gracia porque justo me estaba explicando la habilidad de los japoneses para dormirse en cualquier sitio (por cansancio después de trabajar tantas horas) y minutos después cae K.O. Increíble su capacidad de adaptación al país, jajajaja. Durante este trayecto, me di cuenta de algo que me llamó la atención. El revisor siempre está allí dentro, pero sólo pide el billete cuando bajas. Y se pasa toooodo el tiempo yendo de una punta a otra del tranvía paseando. Cada vez que llegaba a una punta, asentía con la cabeza y sonreía. Alguno incluso hizo la señal de: “la paz os dejo, la paz os doy”. Estos japoneses son muy raros, de verdad.

Cuando llegamos a la parada del puerto, cogimos un plano de Miyajima de la Tourist Info y fuimos a hacer cola al ferry del JR. Se puede viajar con el JR Pass. Lo primero que me llamó la atención al llegar al puerto, es que no me esperaba una isla tan abrupta y tan verde. La imaginaba más llana, con algún montículo, pero no así. Subimos al ferry y nos acercaron al Itsukushima Floating Torii Gate, que es ese súper tori gigante famoso que se cubre de agua según va la marea. Esto nos permitió sacar fotos desde el ferry.

Se supone que este lugar era considerado santo (el tori es la puerta al Santuario de Itsukushima) y sólo se podía acceder en barca atravesando esta puerta / tori. Tanto el templo como su tori se dieron a conocer en torno al año 1100, aunque dicen que la primera construcción fue en el S VI. El tori está hecho de madera y se ve claramente el tronco completo. Debido a su ubicación, ha sufrido constantes reconstrucciones, la última a finales del S XIX. Cada día, se cubre de agua o fango dos veces según vaya la marea. Para ir cuando toca, es súper importante mirar el cuadro de mareas. Ese día teníamos la 2ª bajamar a las 4.30pm y la 2ª pleamar a las 10pm. Así que llegamos allí sobre la 1 / 1.30pm, sin hora de vuelta. No os preocupéis porque se haga tarde, hay ferry y tranvía hasta las 11pm. Incluso si os lo podéis permitir (por tiempo y económicamente), quedaros a dormir en la isla una noche. Debe de ser brutal ver el atardecer hasta que se ponga totalmente negro el cielo, por no hablar de su amanecer. Su atardecer es una de las imágenes más bonitas que me llevo de Japón. Ah, importante, siempre que viajéis a sitios de mar, controlad las mareas aquí: https://tablademareas.com/ Yo las he usado especialmente para el norte de España, Algarve, Sicilia, Costa Rica, Bali y algún lugar más.

Desembarcamos y fuimos por calle paralela al mar hasta que, buscando la sombra, nos metimos por la calle comercial Omotesando. Carlos y yo queríamos comer pronto para que, cuando llegara la bajamar, pudiéramos tener tiempo suficiente de disfrutarla. Pero las chicas no tenían hambre y se fueron de compras. Quedamos a las 4pm en una de las patas del tori. Yo tenía anotado un lugar de okonomiyakis por detrás de la calle comercial, así que allá fuimos. El lugar se llamaba Okonomiyaki Kishibe pero.... vaya casualidad, ese día cerraba. Pues nada, nos fuimos paseando por la calle de tiendecitas y restaurantes y pusimos el maps.me en marcha para buscar okonomiyakis. Sólo hay 3 sitios contados en la zona, uno estaba cerrado, el otro estaba muy lejos, así que imaginad en cuál acabamos.

Realmente, en la isla, lo famoso son las ostras, que te las sirven a buen precio y cocinadas como quieras. Pero hace unos años estuve hospitalizada tras ingerir ostras, perdiendo 5 kgs en dos días y otros 3 más en los siguientes meses, con el estómago destrozado... así que pasando de las ostras. Entramos en este sitio, que tenía la plancha a la derecha y un tatami al fondo. Nos sentamos en la misma plancha y pedimos dos okonomiyakis con varios ingredientes. Evitamos las ostras, que estaban como ingrediente estrella. Lo acompañamos de un par de cervecitas y por 1200 JPY comimos estupendamente. Personalmente, me gustó más el del día anterior, pero éste estaba también muy rico. Se ve que las chicas entraron al mismo. Parece ser que entraron cuando salíamos nosotros pero no nos vimos. Casualidades, jejeje.

Cuando dejamos el restaurante, nos fuimos a comprar nuestro tradicional helado: el de leche y el de macha....mmmmm..... ¿¿Eso no te lo puedes comprar en Amazon?? (XD) Y nos fuimos felices a ver el tori. Todavía teníamos una hora hasta que llegaran las chicas. Así que lo vimos, le echamos fotos, lo rodeamos y lo investigamos muy bien, dando saltitos para esquivar los charcos de agua que no iban a desaparecer. En Agosto, el mar se retira más de lo habitual, así que tuvimos mucha suerte porque pudimos andar un buen radio en torno al tori sin mojarnos. A las 4pm, nos reunimos con las chicas, pero dijeron que se habían hecho un par de fotos y que podíamos irnos a seguir recorriendo esta maravillosa isla.

De allí nos fuimos al Santuario de Itsukushima, cuya entrada costó 300 JPY. Este templo, como no, también es Patrimonio de la Humanidad. Pasamos por sus edificios principales y salimos por el otro lado, mirando con curiosidad el puente llamado Sorihashi. No entendíamos para qué servía un puente con tal inclinación. Seguimos caminando por detrás del templo, dónde se pueden comprar souvenirs si se desea y fuimos siguiendo las indicaciones del “ropeway” (el teleférico, vaya). Por el camino, nos paró un chico de una tienda para decirnos que podíamos comprar los tickets allí y podíamos coger el transfer a la estación también desde allí.

Compramos el billete de ida y vuelta allí mismo por 1800 JPY y esperamos el transfer. Dicen que son sólo 10 minutos andando pero la montaña estaba empinada, era muy cuesta arriba y hacía mucho calor. A priori, acojonaba subir andando. Cuando cogimos el transfer, nos dimos cuenta del desnivel que había en la isla, porque ciertamente la subida era empinadita. El bus nos paró al borde de la montaña...y cuando digo al borde hablo en sentido literal. Menudo canguelo. De ahí, fuimos a por el primer teleférico, que era pequeñito y cabíamos los cuatro justos. Las vistas son de vértigo e impresionantes. Es precioso ver los teleféricos en procesión como si estuvieran volando entre las montañas. Llegamos a una estación e hicimos transbordo, cogiendo un teleférico donde íbamos más gente de pie. Era como el del lago enfrente del Fuji.

Cuando llegas arriba del todo, no pienses que llegaste a la cima. Todavía queda media hora más para pisar el pico del monte Misen que, la verdad, con esos calores, bien poco apetecía asomarse a verlo. Y estamos hablando ya de las 5.15pm. Nos hicimos bastantes fotillos y pude practicar mi francés con una familia, a la que también les hice fotos. Les encantaron todas las que les hice y no me soltaban, jajaja. Admiramos las fabulosas vistas de todas las islas de alrededor, se podía ver hasta una playa de Miyajima. Yo me acerqué al sendero que llevaba al monte Misen, eché unas fotos... y el altavoz avisaba de que salía el último teleférico. Esto es sobre las 5.45. No era plan de quedarse allí. Aunque yo habría bajado andado.

Bajamos esta vez sin abrir tanto la boca por la admiración y llegamos al sitio del transfer. Carlos y yo decidimos bajar andando para ver el paisaje que nos habíamos perdido antes. Es muy chulo: hay río, cascadas, santuarios, puentes con encanto... Y es ciertamente un camino llevadero y corto, aunque con esos calores veraniegos lo mejor es bajarlo y no subirlo, claro. Ah, y nos volvieron a comer los mosquitos, la leche. Llegamos antes que las chicas y estuvimos curioseando en una tienda de souvenirs. Cuando llegaron, fuimos directos a ver el atardecer, pues ya serían como las 6.20pm y ya estaba atardeciendo.

Llegamos justo a tiempo para ver el sol desaparecer por el tori poco a poco y perderse entre las montañas. Los azules, amarillos, naranjas, malvas, morados, rojos... se iban sucediendo en un bellísimo espectáculo mientras el agua subía de nivel e iba cubriendo el tori. A las 8pm aun seguíamos con cara de tontos mirando aquello. Carlos era el único cenizo que nos recordaba que había que volver, hacer el check in y, lo peor, buscar un sitio para cenar. A regañadientes, nos fuimos de allí (aun tardamos 20 minutos más, para desesperación de Carlos, jajaja), cogimos el ferry y vimos cómo se iba difuminando Itsukushima en la distancia. Cogimos el tranvía y directos al hotel... después de equivocarnos de tranvía en el transbordo!!!

Llegamos al hotel y nuestras maletas estaban tapadas con una redecilla. Encontrar al recepcionista fue una tarea ardua, porque se ve que no esperaba mucha clientela y se ausentaba cada dos por tres. Hicimos el check in y nos fuimos a nuestra “habitación”. Bajamos para preguntar al recepcionista por sitios para cenar y, cuando se dignó a aparecer, nos dijo que no había nada por allí.... WTF!!??!! Pues nada, nos fuimos a un combini y nos compramos la cena y el desayuno del día siguiente. Recordemos que teníamos derecho a desayuno y pedimos algo frío para llevar y nos dijeron claramente que NO. Menos mal que las opciones de comida preparada son amplias en estos combinis. Después de cenar, acordamos vernos en la recepción a las 5.30am para coger el taxi que nos llevaría a la estación.

DÍA 13: HIROSHIMA-TOKYO (5h)

Escucho la voz de Vicky llamándome y enciendo mi móvil desde mi cómoda cápsula: las 5.36am!!!!!!!!!!! Casi muero del susto. Despierto a Carlos, que ni escuchó a Vicky ni a la alarma. Se encargó él de ponerla pero yo no sé para qué me fío, si ya durante el año no escucha la radio megafuerte cuando le suena por las mañanas. Dios!!!!!! Salimos cual rayos y menos mal que lo habíamos dejado prácticamente todo preparado el día de antes. Ni me lavé la cara, ni me duché, ni me peiné. Tal cual salí de la cama, tal cual recogí todo y bajé. Carlos aun había sido más rápido que yo y fue a decirle a Vicky que le dijera al taxi que nos esperara. Pero lo bueno fue cuando Vicky dijo que no había ningún taxi esperándonos.

Esperamos 5 minutos más abajo y, harta de esperar, subí a pedir un taxi al recepcionista (que trabajaba toda la noche pero por las mañanas no trabajan... algo realmente práctico). Me dijo que él no iba a llamar a ningún taxi. Le dije que me dejara llamar al número que me dieron en el otro hotel y me llamó él. Le entendí que comentaba por el teléfono (sí sí, que mi japonés no es tan malo) que no habían taxis y le interrumpí para decirle que teníamos uno reservado a mi nombre. Le dijeron que no había nada a mi nombre y que no iban a mandar ningún taxi. Bajamos abajo desesperados porque lo cierto era que no había pasado ningún taxi por esa calle desde que habíamos bajado.

Carlos se fue por la izquierda y Vicky por la derecha. Los pocos taxis que veían les daban largas y, de repente, vi que en el tranvía empezaban a hacer colas de personas. Empecé a gritar sus nombres como una posesa y la palabra “tranvía”... pero yo no sé dónde estaban, que allí no aparecía nadie. Vamos, que aunque yo viera un taxi, la cosa iba a estar difícil porque aquellos dos se habían perdido. Seguí gritando como una loca y apareció Vicky. Vi a Carlos a lo lejos, pero muy lejos, y le grité. Aquel ni caso. De repente, veo un taxi aproximándose y me planto en medio de la calle. Me da igual que me atropelle (no creo que tuviera el valor, digo yo) y empecé a hacerle con las manos la señal de “por favor”. Ese taxi fue el que paró, Carlos lo vio y empezó a correr para llegar, y conseguimos embutir nuestras cosas en el maletero e irnos. Ya en el taxi, nos dimos cuenta de que no habíamos hecho el check out en el hotel ni habíamos devuelto las llaves. Ooops, qué pena.

Llegamos a la estación a las 6.15h. Habíamos tardado escasos 15 minutos en llegar, yo creo que ni eso. Pues menos mal, parecía que no perderíamos el tren. Porque imaginad viajar 5h en el suelo, como a la ida por haberlo perdido.... Encontramos el andén (esa es otra... no os creáis que encontrar los andenes es tan fácil, y más si vas con prisa) y subimos al tren. A los 3-4 minutos, se puso en marcha.... Uuuffff!!!! Madre mía. Pues menos mal que no me había duchado porque, total, no habría servido de nada. Desayunamos tranquilamente y disfrutamos de la suerte que habíamos tenido. Hicimos el transbordo pertinente en Shin-Osaka y fuimos directos a la estación de Tokyo. Allí, cogimos el JR de la línea Yamanote y bajamos en Ueno, que era dónde estaba nuestro último hotel.

Al llegar a la estación de Ueno, tuvimos que sacar el maps.me porque telita para salir por la salida apropiada y ubicarse. Nuestra salida era la salida 2 y nos ubicamos desde fuera (saliendo por otra salida) y utilizando nuestra lógica y memoria espacial. Con las maletas, el camino se hizo un poco pesado, sobretodo porque Carlos nos iba llevando en zig zag y yo me estaba cansando. Cuando llegamos al &And Hostel Ueno, nos quedamos flipados al ver el cartel de “Closed” (cerrado) en la puerta. Se veía como una especie de comedor desde la cristalera exterior. No podíamos creer nuestra suerte. En eso apareció una chica con una pamela (qué total) por allí y tocamos a la puerta. Nos abrió y nos explicó que estaba cerrado. Parecía una huésped. Le dimos pena y nos dejó entrar. Nos dijo que arriba había un chico del hotel limpiando y que habláramos con él.

Vicky y yo subimos hasta el tercer piso sin ascensor y le dijimos al chico que, aunque no pensábamos hacer el check in, que necesitábamos dejar las maletas al menos. Y va y nos cobra por dejar las maletas!!!!!! ¡¡¡Qué fuerte!!! Le pedí toallas para ducharnos, ya que las duchas eran comunes y me dijo que NO, que cuando hiciéramos el check in. Yo le dije que qué más le daba si las toallas las tenía que pagar igual. Pues nada, que no. Que decía que las estaba lavando y no había toallas. Alucinante. Dejamos las cosas a la vista de la cristalera exterior y nos fuimos a ver Tokyo.

Regresamos a Ueno y, como el JR Pass era válido para 7 días y éste era el séptimo, organicé las salidas en torno a la línea JR Yamanote. Aunque es una línea circular, en los paneles te vienen los lugares más importantes para decidir la dirección que vas a tomar y el andén adonde debes dirigirte. Sin embargo, a nosotros nos daba igual porque íbamos al medio de la línea. Primero, paramos en Yoyogi, con la esperanza de ver Yoyogi Park. Pero no, la parada pilla muuuuy lejos.

Después de mucho andar con el calor que hacía (yo no sé ya ni el tufo que haría de tanto sudar todo el día), llegamos a una entrada, la del parque que conduciría a Meiji-jingu. Este santuario sintoísta terminó de construirse en 1921, unos años después de la muerte del emperador y la emperatriz, y se hizo en honor a ellos para agradecerles todo lo que hicieron durante la Restauración Meiji. El emperador Meiji llegó al trono en 1867 en un momento en que Japón dejaba atrás el periodo feudal de Edo, abriéndose al mundo y a la modernización y occidentalización, tras la recuperación del poder por parte del emperador en 1868 y la caída del shogunato Tokugawa.

Nos encantó pasear por el bosque que rodea al templo. Está formado por 120000 árboles de diferentes especies. Sin embargo, el templo estaba rehabilitándose y no nos emocionó tanto. Además, justo cuando pasábamos por Meiji-jingu Gyoen, empezó a tronar. No sabíamos cuánto aguantaría el tiempo así. No nos había llovido ningún día hasta el momento, excepto la tarde del Fuji, y sabíamos que ese día tenía que llegar.

Nos adentramos ya en la zona de Harajuku. Fuimos hacia Yoyogi Park y paseamos un ratejo por allí. Fue muy interesante ver a los grupos de gente entrenando, ensayando para conciertos, relajándose... Dejamos a las chicas sentadas en un banco relajándose y Carlos y yo nos adentramos más en el parque. Pero empezó a tronar otra vez y volvimos para recoger a las chicas y.... ojo, buscar un sitio para comer. Andando andando, llegamos a Takeshita dori, una calle peatonal cuya entrada se encuentra justamente enfrente de la parada JR Harajuku de la línea Yamanote.

No sé cómo describir esta calle. Primero: está petadísima de gente. No cabe ni un alfiler ahí dentro. Tienes que ir siguiendo la corriente y, como se te ocurra pararte en algún escaparate, estás perdido porque no vuelves a entrar. Segundo: lo que se vende allí es freak al máximo: merchandising de los pop idols japoneses y coreanos de los últimos tiempos, moda ... esto.... no sé qué estilo es, la verdad. Esto es para verlo y punto. Hay Cat cafés, tiendas con unos crepes inmensos, perfumerías, complementos, tiendas de todo a 100 (yenes, se entiende), disfraces (o quiero entender que lo son)...

Y, claro, tanta suerte no podíamos tener. Cuando conseguimos llegar al final de la calle se puso a diluviar. Menos mal que en ese momento Vicky había visto un lugar para comer. Nos daba igual lo que cocinaran, porque realmente necesitábamos cobijarnos de la lluvia. Se trataba de un buffet libre por 1200 JPY más la bebida si pedías algo que no era agua. Había pasta, pizza, noodles y poco más. Yo con esquivar las setas tenía suficiente. No entiendo el empeño de los japoneses de ponerle setas a todo, oye. Pero bueno, no estaba mal. Habían cosas ricas. Hicimos tiempo hasta que dejó de llover, cosa que sucedió bastante bastante después. Subimos de nuevo Takeshita, esta vez por debajo de los paraguas de todas las personas que pasaban por allí. Eso era un espectáculo. Y, desde allí, cogimos el JR para ir a Shibuya y ver el famoso cruce.

Aquello es otro espectáculo. Todo el mundo va con la cámara grabando y pasando una y otra vez. El cruce es famoso por la cantidad de gente que lo cruza y os digo yo que si quitamos a los turistas, el cruce es un crucecito normal y corriente. De hecho, vi otro mejor todavía en Kabukicho. Hay gente que paga un café en Starbucks para tener acceso a una altura y ver el cruce. Honestamente, es una tontería. Pero si os vais a quedar con las ganas, hacedlo. Total, que vimos al famoso perro Hachiko (un perro que esperaba a su dueño allí incluso después de fallecer éste, lo podéis ver en la peli de Richard Gere) y cruzamos para dar una vuelta por Shibuya Center-gai, la zona comercial llenas de luces. Por el camino se nos quedaron las chicas, que querían comprar en una tienda de deportes. Carlos y yo paseamos un rato pero se puso a llover. Así que fuimos a esperar pacientemente a que las chicas compraran lo que quisieran de la tienda para volver al hotel a ducharnos.

Cuando terminamos de ducharnos en las no tan limpias duchas, volvimos otra vez a coger el JR y fuimos a ver el cruce de Shibuya completamente de noche. Después, nos trasladamos a Shinjuku. Queríamos subir al mirador gratuito del Ayuntamiento de Tokyo. La parada de JR se junta con otras líneas de metro y la estación de autobuses. Además, hay varios centros comerciales allí dentro. En resumen, aquello es enorme y es imposible encontrar la salida correcta (realmente, es imposible encontrar cualquier salida). Y así estábamos, buscando la salida del ayuntamiento cuando me hacen un placaje en toda regla. Y escucho: “Y que no me va a reconocer, ya verás”..... ¡¡¡¡¡OMG!!!!! Un compi del año pasado, mi querido Juanan, allí estaba, disfrutando de su viaje a Japón con su novia. ¡¡¡ Qué fuerte, qué fuerte!!! A ver, que yo sabía que iba a Japón, pero se nos había olvidado a los dos que dijimos que intentaríamos vernos en Kyoto (yo no me acordé y creo que él tampoco). Pero claro, encontrártelo en una ciudad tan grande como Tokyo, en una estación tan inmensa como esa, que de verdad que no os hacéis una idea.... ¡¡qué fuerte!!. Pues nada, nos contamos nuestras vivencias muy rápidamente y nos hicimos una foto para el recuerdo. Ellos justamente venían del mirador del Ayuntamiento. Casualidades de la vida.

La salida del Ayuntamiento está bastante lejos, pero prácticamente te deja en la puerta. Desde la salida se ven las dos torres y sólo tenéis que seguirlas. Subimos y vimos las luces nocturnas a través de los cristales. Había explicaciones con los nombres de los edificios o los lugares que se podían ver desde allí. Dimos la vuelta a todo y bajamos a por nuestro siguiente reto: encontrar sitio para cenar. Volvimos por la estación y aprovechamos para preguntar a qué hora era el último JR. Era casi a las 12 de medianoche. Pensamos que ni de coña llegaríamos tan tarde y preguntamos por la salida de Kabukicho. Nos dijeron una salida y, no sé por dónde salimos, pero pasamos por un barrio muy chulo con bastantes barecitos y tabernas típicos. Pasamos por debajo de las vías y nos topamos de frente con las luces del famoso barrio. Y, justo allí, una salida de metro y JR. Cruzamos por uno de los pasos de cebra más grandes que he visto, y que comprendía varias esquinas (no sé a qué viene tanto alboroto con Shibuya). Y comenzamos a buscar sitio para cenar.

Tras subir a algún edificio buscando restaurantes, acabamos en un izakaya en la misma calle que da al edificio de Godzilla (la misma por la que veníamos desde la estación). Su nombre es Handmade Tavern Amataro. Honestamente, no recuerdo qué cenamos. Sé que pedimos algún yakitori (brochetas de pollo), algo de sashimi y no sé si alguna ensalada. Nos dieron una tapa de entrante, que sólo probé yo. Nos costó 1700 JPY con cerveza incluida. Cuando terminamos de cenar, era realmente tarde, pero decidimos dar una vuelta por el barrio.

Kabukicho está considerado el Barrio Rojo de Tokyo, ya que ofrece bastante entretenimiento para adultos, como bares y restaurantes, clubes nocturnos, love hotels y locales que nos ofrecen información sobre todo tipo de entretenimiento adulto, regentados en su gran mayoría por miembros de la “yakuza” o mafia japonesa, así como de la mafia china. Cuando nos dimos cuenta de la hora, nos fuimos corriendo de allí. Quedaban escasos 5 minutos para que pasara el último tren, pero es que además, nos caducaba el JR Pass a las medianoche!!! ¿Os habéis sentido alguna vez como la Cenicienta? Yo ahora sí.

Megacorrimos para llegar a la estación, entramos y enseñamos el pase. Normalmente, no nos hacen ni caso, ni lo han mirado. De hecho, alguna vez lo hemos enseñado del revés y ni se han dado cuenta. Esta vez íbamos tapando la fecha de fin y van, nos paran y nos quitan el JR Pass. Nos acojonamos y nos lo devuelve. Nos dicen que pasemos. Llegamos cerca de la 1am a la estación de Ueno y teníamos otra vez el mismo problema: el pase llevaba bastantes minutos caducado. Lo enseñamos de forma natural, haciéndonos los suecos, y pasamos. Uff, menos mal. ¡¡Qué día habíamos tenido repleto de emociones!!

DÍA 14: TOKYO

Salimos a las 7 de la mañana en dirección al Mercado de Tsukiji. El día anterior habíamos pedido un mapa en el stand de Información en la parada de Ueno. Desde allí, se va directo cogiendo la línea Hibiya. Es la parada H10. De hecho, el acceso a las líneas Ginza e Hibiya, en Ueno, estaba justo al lado de la salida 2, que era la salida que utilizábamos nosotros para ir al hotel. Justo al salir a la calle, hay un plano para poder ubicarte. Intentamos guiarnos un poco y, entre el mapa y el maps.me, llegamos a la zona de puestos y restaurantes con stands en la calle vendiendo platos de pescado. Es un barrio de lo más curioso. Y el pescado y marisco tenía una pinta.... todo era enoooorrrmeeeee. Cuando terminamos de deambular por allí, fuimos en busca del mercado en sí.

Este mercado es la mayor lonja de pescados del mundo, siendo famosa su subasta de atún, pero también vende frutas y verduras. El 6 de octubre de 2018, cerrará sus puertas para trasladarse al Mercado de Toyosu, que abrirá sus puertas el 11 de octubre. El mercado exterior y los bares y restaurantes de alrededor seguirán donde están. Si se desea asistir a la subasta de atún, hay que ir a hacer cola a las 2am, ya que las entradas están limitadas y sólo se admiten 120 personas al día divididas en grupos de 60 personas. Si os decidís a ir una vez hecho el traslado del mercado, debéis saber que lo veréis a través de pasarelas y cristaleras, para no entorpecer el trabajo diario en el mercado. La parada de metro es Shijo-mae, que está en la línea Yurikamome, la línea que va a Odaiba también (y una línea muy cara para la que no sirve la tarjeta del metro normal).

Fue imposible encontrar el mercado porque el mercado estaba cerrado por vacaciones durante 3 días. Como ya dije en algún momento anterior, esa semana cogían vacaciones los japoneses. Pues nada, volvimos a la parada de metro y, de camino, pasamos por el templo budista Tsukiji Honganji. Cuando pasas por allí, lo último que te imaginas es que sea un templo. Piensas antes que se trata de algún edificio institucional de estilo hindú o algo así. Se construyó en el S XVII.

Cogimos el metro y empalmamos con la línea Tozai para ir al Palacio Imperial o Kokyo, cuya parada es Otemachi (T09). Caminamos por el foso exterior y entramos para admirar el foso interior, su puente de hierro o Nijo-bashi, su puente de piedra o Megane-bashi y el Palacio Imperial al fondo. Se puede acceder adentro. Existe un número de entradas limitadas al día, pero o la gente no lo sabe o no hay tantos interesados. Así que si queréis visitarlo, adelante. El único handicap es que la visita es en japonés, pero si os da igual... a disfrutar.

Cuando terminamos de verlo, cogimos el metro otra vez para aproximarnos al Tokyo Skytree. Desde la parada de Otemachi, se va directo cogiendo la línea Hanzomon. La parada es Oshiage (Z14) y te especifica claramente que es la parada del Skytree. La salida da directa al edificio, que es sencillamente impresionante. Esta se ve en línea recta desde la calle de nuestro hotel y ya imaginas que será alta, pero te sientes realmente insignificante cuando miras hacia arriba y sabes que hay 634m de altura. Se trata de la torre de comunicaciones más alta del mundo. Cuenta con dos miradores: uno a 350m y cuya entrada cuesta 2060 JPY y otro a 450m y cuya entrada conjunta cuesta 3090 JPY. Desde sus 450m, estás en el punto más alto de Tokyo, con lo que las vistas son de vértigo. En días primaverales, se puede ver el Fuji claramente. Obviamente, no íbamos a contar con esa suerte.

Nos dispusimos a hacer cola, que iba en zig zag a lo “parque de atracciones”. Vamos, que aquello parece que avanza pero no. Cuando superamos el tramo de zig zag después de media hora, pensamos que estábamos llegando, pero noooo.... había otro tramo igual de largo en zig zag (más el de la cola de entrada para coger el ascensor). Carlos se fue a dar una vuelta y descubrió, escondido, un stand para foráneos de cola rápida, donde se podía comprar la entrada por 4000 JPY y no hacía falta hacer la cola. Pues nada, compramos la entrada (no nos arrepentimos para nada) y fuimos a la cola del ascensor. Allí tampoco hicimos cola, pues teníamos un ascensor para los de la cola rápida y, como el stand de compra está escondido, pues no había cola. Genial. Subimos a una velocidad de vértigo, rodeamos todas las cristaleras y subimos al siguiente nivel, donde sí notas cómo se mueve el edificio y no te quitas esa sensación de mareo y cosquillas en el estómago por un rato.

Terminamos sobre la 1pm y era la hora fatídica: la hora de buscar la comida. Decidimos que comeríamos por allí. El mismo edificio tiene como un “food court”, pero desprendía unos olores muy fuertes y estaba llenísimo. Buscando la salida del edificio, nos encontramos la zona del supermercado y, lo mejor, un estupendo Food Marche al estilo Mercado de San Miguel o de San Antón en Madrid. Carlos y yo nos pedimos comida en diferentes stands: rebozados de cangrejo y pollo con queso, noodles fritos con verduras, gyozas de diferentes rellenos, cervecitas fresquitas, un donut y un hojaldre de crema con forma de pescado, que me recomendó Vicky porque es muy típico de allí. En japonés, se llama taiyaki y su relleno más común es la judía dulce, pero yo me lo pedí con crema. Mmmmmm... Nos costó todo unos 2000 JPY por persona. Vamos, como en Madrid.

Desde allí, cogimos la línea Asakusa para ir a la zona de Asakusa justamente. Había leído que aquí se podían hacer muy buenas compras y las chicas tenían que terminar las suyas. Así que las dejamos comprando y quedamos con ellas una hora más tarde. Mientras tanto, Carlos y yo pasamos por la Puerta de Kaminari-mon (Puerta de los Truenos). Esta puerta de 11.7m de alto se construyó en 942, aunque este no era su lugar original. Aquí se trasladó en 1635. La estructura actual es sólo una reconstrucción de 1960. La puerta tiene 4 figuras de dioses budistas y, lo más llamativo, es su lámpara gigante de papel con estructura de bambú: tiene 4m de alto, 3.4m de circunferencia y pesa ¡¡670 kgs!!

Una vez se atraviesa esta puerta, se accede a Nakamise-dori. Esta es una de las calles comerciales más antiguas de toda Japón y su origen está en el incremento de la población cuando el shogun Tokugawa Ieyasu fijó su residencia allí en el periodo Edo. Aquí se pueden encontrar todo tipo de souvenirs, así como comida típica: galletas de sembei (mi perdición) o diferentes dulces rellenos de judía roja. Los precios son similares a los de Kyoto, pero no es tan barato como lo de allí. Alrededor, hay más galerías con tiendas por si sois “shopaholics”.

Seguimos adelante hasta llegar al templo de Senso-ji. Está dedicado a Kannon, la diosa de la misericordia. Lo primero que vemos es la Puerta Hozomon. Me llamaron la atención las alpargatas gigantes de paja “waraji”, regalo de los habitantes del barrio. He descubierto que pesan 2.5 toneladas y se cambian cada pocos años. A la izquierda, se encuentra la Pagoda de Cinco Pisos. Esta es una reconstrucción de otra del S X. Finalmente, accedimos al salón principal o Hondo.

Ya sabíamos que la gente es muy supersticiosa, pero aquí había colas enormes para saber tu fortuna. Me hizo mucha gracia y convencí a Carlos de que hiciera cola también. Total, que puso 100 yenes en una hucha, agitó un bote de metal y sacó un papelito con un ... algo... un símbolo o una palabra en japonés. Tenía que buscar el mismo símbolo en unos cajones, abrirlo y sacar un papelito o “omikuji” con su fortuna. Menos mal que la chica de detrás de nosotros nos ayudó a encontrar el símbolo en el cajón correspondiente o todavía estaríamos allí. Resulta que si la fortuna es mala, debes atar el papelito y dejarlo allí. Y allí lo dejó Carlos, jijijiji.

Nos sentamos en las escaleras a disfrutar del ambiente relajado en torno al templo y fuimos a reunirnos con las chicas que, no me lo podía creer pero... estaban cansadas de hacer compras, jajajaja. Hicimos camino a Ueno y allí canjeamos el ticket del Skyliner al aeropuerto. Sale de la misma estación Ueno, hay que buscar la salida 8/9 o algún cartel que indique “Keisei Line”, ya que el tren Keisei y el Skyliner pasan por el mismo sitio. Luego, nos fuimos al hotel a descansar porque esa noche íbamos a ir a la zona futurista de Tokyo: Odaiba. Mi intención era ir para ver atardecer, pero se decidió ir más tarde.

Salimos del hotel a las 6.15pm. Cogimos la línea Ginza hasta Shinbashi (G08). Allí, cogimos el tren de la línea Yurikamome, que va sin conductor y cuyo billete se saca allí mismo, antes de acceder al andén. El ticket de ida y vuelta tiene un coste de unos 600 JPY si bajas en la estación Odaiba-Kaihinkoen. Entre que llegamos a la estación Ueno, pillamos el metro, nos cruzamos toda la estación de Shinbashi, sacamos el billete (que no había quien se aclarara con la maquinita porque se empeñaba en pedirnos la tarjeta electrónica PASMO), cogimos el tren y llegamos a Odaiba.... era súper tarde. Así que mi consejo es que, por muy cansados que estéis, hagáis un esfuerzo y vayáis para el atardecer.

Primero, fuimos al Parque Odaiba Kaihinkoen y a su playa. Obviamente, las farolas no abundan en una playa. Pero bueno, nos sentamos a admirar las luces de la ciudad. Para el que no lo sepa, Odaiba es una isla artificial ubicada en la bahía de Tokyo, una de las varias que hay allí (como el lugar donde se va a trasladar el mercado de pescado). La isla fue construida originalmente como fortaleza defensiva contra ataques navales en 1853 y no fue hasta la última década del siglo XX cuando se expandió como área comercial, residencial y de entretenimiento.

Se accede a través de uno de sus numerosos puentes. El tren pasa por el Rainbow Bridge, que es justamente lo que se ve enfrente de la playa. Seguimos paseando por su orilla y nos fijamos en un chiringuito en el que nos habría gustado tomar una cervecita si hubiéramos tenido más tiempo. Seguimos paseando hasta llegar a la reproducción –a menor escala- de la Estatua de la Libertad. Cuando uno mira la foto de la estatua con el Rainbow Bridge de fondo, se encuentra desubicado, es como tener una sensación de no saber si estás en Tokyo o Nueva York. Por supuesto, la Estatua de la Libertad se encuentra en una isla y el puente de Brooklyn, que es a lo que nos recuerda el Rainbow, se encuentra muy lejos de ella.

Seguimos caminando en sentido circular, viendo artistas callejeros, conciertos a tope, mucho ambiente, hasta llegar al gran Gundam que hay a la entrada de Diver City. Gundam es el nombre del robot que utiliza un personaje de anime que protagoniza conflictos bélicos entre humanos en plan futurista. Forma parte de una franquicia de series de anime de ciencia ficción. En Japón, estas series son muy populares. Esta estatua en concreto fue plantada en 2017 para sustituir a otro antiguo Gundam. Mide 19.7m de alto (1.7m más alto que el anterior) y, como novedad, se mueve ligeramente a determinadas horas. Se supone que la estatua está hecha a tamaño real (el tamaño que mide en las series de anime).

Caminando un poco más, llegamos a Venus Fort, que es un centro comercial alucinante que recrea una ciudad italiana del Renacimiento. Sus cúpulas van cambiando y reflejando las diferentes horas del día en tan sólo una hora. Estos japoneses son la leche. El centro comercial es una pasada. Parece que estés en un decorado de película y tan pronto es de día como está atardeciendo. Aquí se encuentra una reproducción de la Boca de la Verdad, ubicada en Roma y que servía para reconocer a los mentirosos cuando ésta les hincaba el diente. El mismo centro alberga la Megaweb Toyota City Showcase, que tiene diferentes salas dedicadas a coches. De hecho, entramos al centro a través de su History Garage. Pero lo recorrimos rápido, pues no queríamos que nos cerrara el centro comercial y eran casi las 9pm. Salimos por la zona de la Noria o Daikanransha, que mide 115m y es la 12ª noria más alta del mundo. Subir es caro (3000 JPY) pero dicen que las vistas son increíbles.

Desde allí, fuimos en línea recta hasta la estación Odaiba Kaihin-koen. Cogimos el tren de regreso a Shinbashi y, buscando la línea de metro correspondiente, decidimos quedarnos a cenar por allí. Salimos a la superficie y vimos un izakaya, así que entramos a cenar. Estaba lleno de japoneses, lo que a mí me gusta. Nos sentaron al lado de una mesa bastante ruidosa. Miento, el local era ruidoso (eso de que los japos comen en silencio es mentira.... que he comido en varios sitios donde sólo había japos y telita) pero la mesa de al lado era total. Había dos chicas y dos chicos y yo pensé que eran pareja. Vicky me aclaró que posiblemente eran compañeros de trabajo, pues tenían la costumbre de salir después de trabajar, aunque normalmente lo hacían los hombres. Esto es cierto porque en la mayoría de izakayas había hombres.

Pues estos se lo estaban pasando en grande. Nos fijamos que les ponían agua de una tetera gigante y que, cada vez, estaban más alegres. Le preguntamos a la camarera qué contenía la tetera y nos aclaró que era sake. Madre de Shiva, la que estaban cogiendo. Les contamos 3 vasos de 250ml a cada uno sin ingerir sólido. A partir de ahí, comenzaron a pedir comida. Pero las risas eran escandalosas, volcaron la mesa sobre la otra mesa de al lado y, encima, se descojonaban, rompieron vasos y platos y aquellos de jiji y jaja. De repente, desaparecieron un tiempo considerable un chico y una chica.... yo no quiero saber lo que hacían aunque tengo la mente muy sucia y, al final, sólo reapareció la chica, más alegre que unas castañuelas. No comments.

En fin, lo importante es que en los izakayas se come muy bien, aunque tengas que aguantar el olor a tabaco (sí, está permitido). Pedimos edamame, sashimi de diferentes pescados, dashimaki tamago (una especie de tortilla enrollada que está buenísima), unas longanicillas japonesas picantillas y unas patatas fritas. Todo eso y una cervecilla nos costó 1400 JPY por persona. Cuando terminamos, nos fuimos a la estación otra vez para volver al hotel. En la misma estación, nos compramos el postre: unos pai shuu (los profiteroles rellenos) unos con crema y otros con warabimochi. El warabimochi es un dulce gelatinoso hecho con almidón de helecho y cubierto de harina de soja. Esta es una de las cochinadas dulces más que nos presentó Vicky. Desde luego, gracias Vicky por hacernos partícipe de tu conocimiento de repostería japonesa.

Mientras nos los comíamos, no adivinaréis a quién nos encontramos... ¡¡¡al chico que desapareció en la mesa de al lado!!! Iba partiéndose de risa él solo todo espitoso por ahí. Pensamos que le había dado un ataque de algo. Y es que esta cultura japonesa es muy peculiar. Tienen fama de emborracharse después del trabajo para ahogar su estrés laboral, no suelen coger vacaciones porque está mal visto, suelen tener amantes pero les encanta el postureo y el fingimiento de la vida perfecta, van de modernos pero la mujer deja de trabajar cuando tiene hijos y existen vagones sólo para mujeres en horas punta, no usan la fregona por ser un invento español pero están absolutamente americanizados. El tema de la cultura japonesa me daría para un post completo. Así que yo lo dejo caer y el que quiera seguir indagando, que vaya a Japón.

Y después de nuestras reflexiones, nos fuimos a dormir.

DÍA 15: TOKYO

Este día decidimos dejarlo un poco libre para que cada cual hiciera lo que más le apeteciera. Carlos y yo dormimos un poco más y nos fuimos a seguir recorriendo Tokyo. Las chicas decidieron dormir mucho más y dar una vuelta por el barrio, que no está mal, la verdad. Así que nada, desayunamos y nos fuimos a ver la Tokyo Tower. La parada más cercana es Onarimon (I10). Justo a la salida, tenéis el templo Zojo-ji, construido en 1393 y trasladado a su ubicación actual en 1598 por el shogun Tokugawa Ieyasu. Pronto se convirtió en un templo familiar y se hizo construir también un gran salón principal. Ese es el motivo, además, de que parte de los shogunes después de Ieyasu se encuentren enterrados en las inmediaciones. Cuando el shogunato llegó a su fin en 1868, un movimiento anti-budista inundó el país.

Al templo se accede por la puerta Sagedatsu-mon, original de 1622. Tiene 21m de alto, 28.7m de ancho y 17.6m de profundidad. Pero lo que hace peculiar a este templo es que, al lado del salón principal Daiden, encontramos grandes hileras de jizo de piedra, como en Nikko. Los jizos son deidades guardianes de los niños. Así que este lugar está dedicado a los guardianes de todos los niños, nacidos, los que están por nacer y los que nunca nacieron. Para proteger a los jizos, las familias les colocan baberos, gorritos de lana y molinillos de viento.

Salimos por una de las puertas laterales del templo hasta llegar a la Tokyo Tower. Se trata de una torre de comunicaciones de 315m de altura (en su origen medía 333m) construida en 1958. Pretende emular el diseño de la torre Eiffel, pero ésta es roja y blanca. Tiene dos observatorios, uno a 145m (su entrada cuesta 900 JPY) y otro a 250m (la entrada conjunta cuesta 1600 JPY). Lo llamativo del primer observatorio es su “lookdown window” o suelo acristalado. Nosotros no subimos, sólo os doy la info por si os interesa.

Al salir, miramos un mapa y decidimos coger el metro de la línea Oedo, en Akabanebashi (E21). Desde allí, fuimos a Shinbashi y, luego, a Odaiba. El día anterior nos encantó y sentimos que nos perdimos cosas al llegar tan tarde. Primero, fuimos a ver la exposición de coches históricos en History Garage en Megaweb Toyota City Showcase. Sé que a Carlos le encantan y, lo cierto, es que a mí también me encantó. Más tarde, fuimos a ver la Plaza de la Fuente y la Plaza de la Iglesia del Venus Fort. Cuando terminamos, vimos la exposición de coches de Toyota en Toyota City Showcase.

Cuando terminamos de ver esa parte, caminamos hasta la parte opuesta, desde donde se ve la bahía de día, con su Rainbow Bridge, y la playa donde, por cierto, está prohibido el baño. Lo que sí se permiten son los deportes acuáticos. Así que, cuando llegamos, había mucha gente practicando paddle surf y kayak. La visión era muy bonita. Seguimos paseando hasta llegar al chiringuito al que le echamos el ojo el día anterior. Como tenía wifi, les pedimos el favor de que nos conectaran para hacer el check in online para el vuelo del día siguiente. Ni les importó que no consumiéramos. Se ofrecieron amablemente. Aun así, nos pedimos unas cervezas (las más baratas de todo el viaje: 300 JPY) y nos plantaron una mesita a la sombra con buenas vistas. Fue perfecto.

Como se hizo la hora de comer, entramos en Aqua City Shopping Mall, y nos hicimos unas burgers en un local de hamburguesas tipo Foster’s. Nos costó 1500 JPY por persona. Seguimos paseando por el centro comercial, viendo sus tiendas, todas chulísimas, de Lego, de anime, de dibujos animados, de camisetas frikis y, con pena, dejamos Odaiba para buscar nuestro postre en la parada de metro de Shinbashi. Nos pillamos unos pai shuu (los profiteroles) de crema y warabimochi y nos fuimos más felices que unas perdices al hotel, comprando de camino nuestro último desayuno en el Family Mart que había en la salida 2 de Ueno.

Quedamos con las chicas a las 5 más o menos para ir al lugar donde tenía yo más ganas: Akihabara, el barrio de la electrónica, el barrio friki y el barrio del anime. Ese día me tocaba a mí ir de "shopaholic" XD. Entramos en las tiendas Animate, Gamers y muchas otras más. Ojeamos libros, DVDs, figuras de muchas series, pósters. Si os gusta el anime, podéis dedicarle una tarde entera. Me encantó ver figuras de todo tipo de la serie de referencia en España: “Bola de Dragón”, la de referencia en Japón: “One Piece”, figuritas de mis queridas series “Sailor Moon” y “Lupin III”, también de “Caballeros del Zodíaco”, etc... Como buena friki, me compré a Son Goku en su nube supersónica y al pícaro Lupin III. Recordemos que a Sailor Moon ya la llevaba encima desde Kyoto, jijiji.

Me habían dicho que las figuras son hipercaras, pero no es cierto. Según el material, el precio varía. Es cierto que hay tiendas de segunda mano donde son más baratas. Pero las tiendas a las que fui tenían figuras de distintos materiales a distintos precios. Son Goku me costó 2800 JPY (unos 23€) por ir vestido de rojo. El azul costaba 1000 yenes menos. Pero había figuras más baratas, al igual que mucho más caras. Lupin III me costó 1100 JPY (no llega ni a 9€). Venían en cajas precintadas perfectamente envueltos en plástico protector. Todas las figuras de Sailor Moon costaban casi 3000 JPY, excepto la propia Sailor Moon, que costaba 4000 JPY (31€). Por cierto, en Kyoto están un pelín más baratas.

Una de las cosas que más me llamó la atención es la cantidad de porno manga que se vende en Japón. Hay edificios enteros dedicados a esto, y los hombres –que no mujeres, claro- entran de una forma muy natural. Entendedme, el porno es algo natural, pero no asumo que se exciten viendo dibujos animados básicamente. Además, después de ver cómo viven sus matrimonios, puedo decir que me dan mucha pena. La mayoría de pósters eróticos son de chicas jóvenes –colegialas, básicamente_ (esto sería pederastia en España, ¿no?) en actitudes lésbicas. También, son muy morbosos. Vi que se vendían paquetes con fotos de chicas y le pregunté a mi hermano (usuario ToniEscuder de esta red social), que estuvo hace un par de años, si sabía lo que era y me dijo que eran las .... bragas usadas de las susodichas... jaaarrrrr.... Estos japos son muuuy raros.

Además, vimos muchas “maid girls” que trabajaban en Maid Cafes. La palabra “maid” significa “sirvienta” y de eso van vestidas justamente. Van por la calle repartiendo propaganda de sus cafés. A los japoneses les encanta ese aire juvenil e inocente que desprenden, también derivado del manga. Eso sí, está prohibido tocarlas, pedirles el teléfono o el mail. Si te quieres hacer una foto con ella, tienes que pagar un extra. Así que yo fui como loca haciéndoles fotos por la calle pero están adiestradas para reconocer nuestras intenciones y taparse. Aun así, alguna foto pude hacer.

Mientras nosotros cotilleábamos por las calles y las tiendas, las chicas quisieron ir a un Cat Cafe, pero por lo visto sólo la entrada cuesta 3000 JPY más luego la consumición, que es aun más cara. Así que se fueron a comer algo. Después de volvernos a reunir, nos fuimos buscando la parada de metro, que no recordábamos dónde estaba. De camino, me encontré con el teatro, y luego la tienda y restaurante del grupo femenino pop AKB48 (el teatro está en la calle principal y la tienda-restaurante cerca de la estación). El AKB es por Akihabara y el 48 es porque pretendían que fueran 48 integrantes, divididas en distintos subgrupos. Pese a que no hay 48 integrantes, está en el Libro Guiness por ser el grupo más numeroso del mundo. Ya sé que hay que ser muy friki para conocerlo.... pero es que sale en el libro de inglés de 3º ESO!!!! No veas lo que dan de sí los libros de inglés. ¡¡¡¡Es que me entero de cada cosa!!!! Pues nada, que le hice unas fotillos y tal, para cuando me tocara dar el tema, poderles enseñar a los chavales vídeos de las chicas y fotos del lugar. Y para decirles que lo que dice el texto es mentira: dicen que son hologramas.... tócate las naricillas.

Desde allí, buscamos la parada Iwamotocho, de la línea Shijuku, para que nos llevara directamente allí. Nuestra intención era ver tranquilamente el Barrio de Kabukicho y el Golden Gai. Ya he explicado anteriormente qué es Kabukicho. Allí vimos muchos Robot Restaurants... casi que había uno en cada esquina y en varias calles paralelas. Y si sigues caminando, te topas con el curioso Golden Gai. Es una zona minúscula con calles estrechísimas donde hay unos 200 bares e izakayas donde caben básicamente 3 personas en una barra. Los locales parecen animados y en muchos hay sólo autóctonos. Me encantó esta zona y me quedé con las ganas de quedarme por aquí, pero al final nos fuimos buscando el famoso local Gyoza-Ro en la zona de Harajuku. Este local es famoso por tener gyozas de todo tipo.

Para ir, cogimos el metro, con tan mala suerte que teníamos que hacer un transbordo y nos equivocamos de tren, porque pasaba por la misma vía. Nos fuimos a fer la ma y nos tocó coger otro tren. Luego no sabíamos si teníamos que hacer transbordo o no, que resultó que no. Cuando llegamos a la parada de Harajuku, no sabíamos qué salida teníamos que coger. Conclusión: que llegamos justo cuando hacía 5 minutos que se había pedido la última orden en cocina y no nos dejaron entrar por más que imploramos. Ley de Murphy. Así que después de la burger que me comí por Carlos a la hora de la comida, acabé cenando en Friday’s.... (menuda forma de despedirme de Japón). Esta noche estará marcada “for ever” en mi memoria.

Llegué al hotel un poco depre y con ganas de sushi, y todavía me dio más bajón al ver que no me cabían las cosas en la maleta XDD. Deshicimos todo, lo enrollamos, lo doblamos de mil formas, le quitamos las cajas a todas las figuritas, y allá a las 2 de la mañana conseguíamos tener todo en orden para el vuelo. Teníamos que asegurarnos de que no nos iban a poner ninguna pega con el equipaje de mano porque necesitábamos facturar una de las maletas de Vicky y que así ella pudiera evitar el sobrepeso en la medida de lo posible.

DÍA 16: TOKYO-NARITA AIRPORT-MOSCOW-MADRID

Salimos sobre las 8am en el Skyliner camino a Narita Airport. Llegamos allí antes de las 9am y, lo primero que hicimos, fue recoger las maletas que las chicas habían dejado en consigna, hacer una recolocación de ropa y pesar todos los bultos. De paso, le di un truquillo a Vicky, que había perdido la llave de una de sus maletas y le dije que la abriera con un boli (se clava en la cremallera y se abre, luego se vuelve a pasar la cremallera y se cierra). Fuimos a averiguar también cómo estaba el tema de su equipaje, cuánto debía pesar y cuánto le iban a permitir. En la Thai nos dijeron que si te pasabas 1 ó 2 kgs en el equipaje facturado o de mano, no te decían nada. Os lo digo para que lo sepáis. Cuando solucionamos todo y facturamos nuestro equipaje, nos despedimos de Vicky, que no podía facturar hasta las 3pm, pues ella volaba en otro avión.

No tengo mucho que decir de Aeroflot. Sólo que encontré tripulación de cabina mucho más amable que a la ida y que hasta la comida estaba buena. Nos pusieron makis, noodles y no recuerdo qué mas. Ah, sí, voy a hacer una puntualización: el equipaje a la vuelta me pesaba lo mismo que a la ida y llevaba souvenirs, figuritas, y más folletos. ¿Cómo es posible? En mi casa, pesé el equipaje -y suele atinar- y me pesaba menos que en la cinta en Barajas. Y en Narita me pesaba lo mismo que a la ida. Decidme que no es sospechoso... Menudo morro que tienen. Y esta compañía sí que no te pasa un kilo.

Dejando de lado esto, que es un punto negativo más, la puntualidad fue perfecta y llegamos a la hora convenida a Barajas. Recogimos nuestro equipaje y .... ¡¡¡hasta el próximo viaje, Barajas!!!

CONCLUSIONES

Japón es un país precioso y es una pena perderse todas las opciones que tiene por ir en verano, época en la que el calor es insoportable. También hay que evitar de junio-septiembre, que es época de lluvia y tifones.... y con los tifones cierran aeropuertos, cancelan trenes, os podéis quedar atrapados en cualquier sitio y no vale la pena. Pensad que en primavera está la “sakura” y en otoño el “momiji”, así que disfrutad de este hermoso paisaje a través de las múltiples rutas de senderismo que hay.

GASTOS

- Avión y seguro: 874€ x 2 personas

- JR Pass: 224€ x 2 personas

- Coche + ETC + gasolina + peaje: 203€ x 2 personas

- Hoteles: 431€ x 2 personas

- Ceremonia del té: 16€ x 2 personas

- Entradas, comidas, transportes urbanos, souvenirs: 530€ x 2 personas

 

TOTAL: 2278€ x 2= 4556€ por pareja (17 días con Todo Incluido)

Si conseguís ahorrar en avión (comprándolo antes) y en coche (alquilando uno más pequeño), obtendréis un buen presupuesto. Además, si os da igual compartir el baño, los hoteles son mucho más baratos. Para que luego digan que Japón es caro.


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